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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una memoria encendida

Aparecen dos nuevos libros de Francisco Ruiz Noguera: El año de los ceros y El oro de los sueños, Premio Antonio Machado en Baeza. Entre ambos se tienden hilos y entrecruzan voces: un diálogo en el que el tiempo y el olvido son ojos del mismo puente. Clásica y culta, la poesía del autor malagueño alberga una transparencia ambigua.

"A batallas de amor campo de pluma", es el verso de Góngora que coloca el malagueño Francisco Ruiz Noguera (Frigiliana, 1951) como lema de todos y cada uno de sus libros, y bajo el título Campo de pluma recogió, en 1997, los hasta entonces publicadosel homónimo del volumen: La manzana de Tántalo, La luz grabada, Simulacro de fuego y Arte de restaurar.

La coincidencia en el tiempo de dos nuevas entregas suele ser poco beneficiosa para el autor, mas no en el caso que nos ocupa, pues ambos libros establecen entre sí un diálogo que el lector atento puede oír y escuchar. Entre las páginas de uno y otro libro se tienden hilos, se alzan puentes, se cruzan y entrecruzan voces. Hasta un punto tal que el poema Los elegidos está en los dos libros y el titulado Mediodía encuentra un juego especular en ambos.

Intersección al margen, la escritura de Noguera es fiel a sí misma: trenzada con mimbres clásicos, templada en su propia tensión interna (el andamiaje está resuelto con la experiencia que lo vuelve invisible), pulcra, eficaz, culta, de serena emoción, de transparencia equívoca, pues esconde e insinúa más de lo que aparentemente muestra. Hay algo de iceberg en estos versos, la zona sumergida, es no sólo la de mayor volumen sino también la más peligrosa. De ahí también su riqueza. En la memoria y desde la memoria escribe Ruiz Noguera, contra el olvido, marca con mesura la melancolía y con fragilidad el paso del tiempo. Dice en voz baja, con tono bridado y tamizada ironía. Y lleva a su escritura lo que pide en La rosa: "Que no me des -te digo- la rosa en el poema, / déjala en su jardín y dame su fragancia, / su calidad de rosa, / el perfil delicado / que marca los linderos de sus pétalos. (...) Nunca la rosa misma. / No me ofrezcas la rosa en el poema, / dame algo más que una: dame todas las rosas / que viven encerradas en la palabra rosa".

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