Constitución europea y herencia religiosa
Lógicamente, la tesis de la futura Constitución europea expuesta por Marcelino Oreja Aguirre, democristiano, difiere de la tesis laica que propugna Josep Borrell, socialista [en EL PAÍS, el domingo 29 de diciembre de 2002]. Para ser correctos, hay que poner sobre el tapete razones históricas suficientes que fundamenten la eliminación de las referencias religiosas en la redacción de la Carta de la Unión Europea ampliada.
Si repasamos someramente lo ocurrido en los últimos veinte siglos en el Viejo Continente, hemos de convenir que en la diversidad de pueblos y naciones que lo forman, por sus orígenes culturales y socioeconómicos, la neutralidad religiosa no fue la pauta que ayudó a la resolución de sus periódicos conflictos, muchos de ellos sangrientos. Así, el cristianismo en sus modalidades extraromanas, el propio catolicismo y el islamismo estuvieron presentes en la mayoría de sus asuntos políticos, y no de una manera que pudiéramos decir pacífica y constructiva. Numerosos ejemplos -que están en la mente de todos los que hayan estudiado Historia- podríamos aducir para demostrarlo.
Luego, para el preámbulo del texto de esa futura Constitución habremos de idear un espacio conceptual en lo religioso, si no aséptico, al menos neutral, para no reproducir antiguas heridas entre los Estados miembros. O bien, si se estima ineludible consignar las raíces religiosas en la formación de éstos, citemos a todas las ideologías religiosas que intervinieron en ese amalgamiento constitucional. Pero, sobre todo, sobreponiendo como eje de convivencia las garantías de respeto a los derechos humanos fundamentales: igualdad y libertad, ya que la justicia se alcanza cuando se hacen universalmente efectivas las dos primeras.- Enrique Soria Medina. Sevilla.
En relación con el tema planteado el 29 de diciembre sobre la inclusión de los orígenes cristianos en la futura Constitución europea, como cristiano que soy, no me parece en absoluto una mala idea que se haga mención de los mismos, tal como defiende el señor Oreja Aguirre. Ahora bien, en caso de que prosperara dicha iniciativa, también me gustaría, como cristiano, que la Unión Europea realmente actuara como tal, eliminando o modificando radicalmente, entre otras actuaciones, la Política Agrícola
Común (PAC), que condena al pauperismo a los países en vías de desarrollo, al imponer unas barreras de entrada al mercado europeo inasumibles para los productos de la mayor parte de ellos; que de una vez y por todas la Unión Europea se implicara de veras en la erradicación de la miseria a escala planetaria, cuyas consecuencias se traducen en hambre, terrorismo y emigración, sin olvidar la enorme responsabilidad histórica nunca asumida por los Gobiernos europeos; que nuestros países se comprometieran a erradicar la pobreza en la que están sumidos una buena parte de los ciudadanos de nuestro continente que no pueden participar de las "bondades" de nuestro sistema; que los Gobiernos de los países miembros de la Unión Europea dejaran de vender armas a países que violan los derechos humanos y, si no es mucho soñar, que dejaran de vender armas; que nuestros países se comprometieran a utilizar la paz, y no la guerra, en la resolución de los conflictos, con la próxima guerra contra Irak como telón de fondo, o que se fomentaran otros valores que no fueran los estrictamente crematísticos, que son los que por desgracia imperan mayoritariamente en la sociedad europea en la que vivimos.
Sólo así, a través de hechos y no sólo con buenas palabras, y predicando con el ejemplo, una Europa cristiana podrá presumir de las señas de identidad, de la capacidad cultural y de la potencia creativa. En caso contrario, dicha mención, para mí, como cristiano, no significará absolutamente nada.
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