Una perspectiva europea sobre el control de la Red

¿Quién dirige Internet? Esta pregunta se ha multiplicado en los últimos tiempos debido a los conflictos que ha planteado el nacimiento de esta tecnología, inventada hace tan sólo 30 años. La propiedad intelectual, la libertad de expresión, la seguridad, la intimidad de los datos personales... Son asuntos cuyo corazón ha sido sustancialmente modificado gracias a -o "por culpa de", según quien lo analice- Internet. Así, por ejemplo, Napster, el servicio que permitía el intercambio gratuito de canciones en Internet, ha planteado problemas sobre la concepción digital de los derechos de autor; la ley española de la sociedad de la información (LSSI) ha provocado multitud de protestas porque permite el cierre de algunas web sin autorización judicial; la subasta de objetos nazis en la web de Yahoo! ha provocado a la compañía estadounidense problemas judiciales en Francia.

Algunos de estos ejemplos, y muchos otros, están incluidos en este libro, escrito por el periodista francés Pierre Mounier. El autor recurre a la metáfora de la colonización de un nuevo continente para explicar cómo se está configurando la estructura de poder en esta nueva tierra, zona de libertad para unos, o salvaje y pendiente de ser civilizada para otros. "La red es acéfala", explica en la introducción del libro. "Es una zona de no-derecho, de libertad absoluta. La red se autogestiona. No consiste más que en ordenadores ramificados unos sobre otros. La Red no conoce gobierno, ni poder centralizado, ni censura".

El desarollo de la obra, en realidad, mitiga en buena parte esta idea. Como en la explotación de cualquier tecnología pionera, ya hay fuerzas que luchan por el control político y económico de Internet. El autor las clasifica en tres: los técnicos, primeros desarrolladores y usuarios de la Red; los ciudadanos digitales, aún muy poco numerosos respecto a los del mundo real, y las compañías comerciales, que para el autor son, por ahora, las claras ganadoras en esta colonización. Así, por ejemplo, la OMPI, la organización que decide sobre la propiedad los nombres de dominio -las direcciones de Internet, como en elpais.es- da habitualmente la razón, en caso de conflicto, a las grandes compañías que recurren a ella.

El texto se desarrolla cronológicamente, y se divide en tres partes. En la primera, titulada El periodo de los exploradores, se da un repaso a los inicios de Internet, hasta los años ochenta. El descubrimiento del poder de la Red por parte de las grandes empresas como AOL o Microsoft cubre la segunda parte, donde se explican, por ejemplo, las guerras entre los diversos navegadores de Internet o los lenguajes de programación. La batalla por la libertad de expresión de grupos de ciudadanos electrónicos contra gobiernos y empresas centra la tercera parte de este libro.

El autor centra, lógicamente, gran parte de las explicaciones de la obra en ejemplos franceses, como los de la compañía Vivendi y la ley de sociedad de la información gala. También se echan de menos algunas explicaciones, especialmente al principio del libro, de términos técnicos. Es, en todo caso, un texto entretenido y bien construido, y se agradece el hecho de que esté escrito desde una perspectiva europea, en un tema dominado por las decisiones y opiniones que genera Estados Unidos.