"La música popular no cabe en una partitura"
Arditurri es la mina que está en el valle de Oiartzun, de cuyo hierro vivió parte del municipio y de la que se dice que los romanos sacaban plata y plomo", cuenta. Producido por Suso Saiz, el disco "quiere ser un paseo en el que vas describiendo el río, las ferrerías, la árgoma que pinta de amarillo todos los inviernos el valle y los bailes de los domingos". Se inicia con el sonido de una txalaparta -dos músicos golpean con dos palos que sujetan verticalmente tablones colocados horizontalmente- y "pretende situarte desde ese sonido del trabajo de todos los días en la mina, las palancas y el tren que se va alejando con el mineral hacia el puerto de Pasajes".
El navarro Juan Mari Beltrán Argiñena (Etxarri, 1947) da clases desde hace 17 años en la Escuela de Música de Hernani y hace 16 que dirige allí la Txalaparta Festa -un sábado de mayo, tras la cena popular en la plaza, se reúnen grupos de distintas zonas y escuelas-. "La música popular no es algo que tenga interés por lo viejo o por lo nuestro que sea sino por lo que nos puede aportar", dice. "Tienes que oxigenarte y dar lo tuyo en cada momento. Si Béla Bartók hubiera conocido a los Gorrotxategi seguro que habría compuesto la Sinfonía del Goiherri. Los Gorrotxategi son tensiones rítmicas, formas polifónicas complicadísima, medidas complejas y variables. Todo ese mundo que, por antiguo, es lo más novedoso", explica este hombre que toca la alboka -cuerno doble cuyo sonido recuerda al de una gaita-, la dulzaina, el txistu, la txalaparta...
"Cuando digo que un tema lo he creado yo, no sé hasta qué punto", dice riendo. "La música popular es algo que no puedes atar en una partitura. El primer albokari que oí fue a Eugenio Etxebarria. Me quedé atrapado escuchando a aquel hombre con los mofletes hinchados que parecía una orquesta él solo y empecé a tocar lo que le había escuchado. Un día en su casa, muchos años después, le digo 'las primeras piezas tuyas que aprendí son éstas'. Me pongo a tocarlas y dice 'pues yo no conozco eso'. ¡Fíjate lo que había pasado! La música popular es todo lo contrario de lo que la gente cree. Las músicas existen en el mundo porque cada uno, lo universal, lo ha hecho particular. Teniendo en cuenta dos aspectos fundamentales: la actitud y la capacidad".
Tiene varios libros entre ma
nos: "Después de ocho años he terminado un inventario de dulzaineros. Va a ser un tocho de esos importantes junto al de la alboka y al de la txalaparta que estoy haciendo". ¿Alguna ayuda pública? "La mía", contesta riendo. "He pedido presupuestos a unas imprentas y me voy a presentar a diferentes sitios a ver quién lo quiere editar. Todo un patrimonio y un repertorio se nos está escapando".
Beltrán vive de las clases de
txalaparta y alboka en Hernani y lo que obtiene de sus cursos, conferencias y conciertos lo dedica a recopilar material. "Un trabajo militante, que a mí me apasiona. Al final de un concierto en Lekeitio, se me acerca un pescador ya jubilado y me dice '¡qué bien lo hemos pasado! Tú también ¿eh?'. Pues claro, ésa es la historia".
¿Es posible dedicarse al fol
clore sin ser nacionalista? "Yo creo que se puede perfectamente. Otra cosa es que te encuentres con que domina un poco ese tipo de ideología. En los años sesenta y setenta, a la txalaparta viene mucha gente por lo que supone de signo de identidad. Hoy viene porque es un instrumento con el que puede hacer lo que no puede con otro", afirma. "Con 15 años llego a San Sebastián y conecto con gente que lo que pretendía fundamentalmente es que si el euskera, que si hacernos una foto con una ikurriña... Pero llega Jorge Oteiza y empiezas a verlo de otra manera. A valorar lo tuyo y lo de los demás". En el Centro de Documentación de Música Popular, en Oiartzun, están los más de mil instrumentos que Beltrán ha recogido en casi cuarenta años. "No es un centro de música popular vasca, es de música popular, entendiendo que formas parte de un universo, pero desde lo que tú aportes, no de no aportar ni hostias", dice. "¿Por qué determinada organización política nacionalista no llama nunca a txalapartaris? Pues porque los llaman los otros. ¿Y por qué los otros no llaman a tamborileros o txistularis? Por la misma razón. Es la política hoy. Yo de eso me escapo".
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