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José Carreras y Lluís Llach entrelazan sus voces con éxito en el Palau Sant Jordi

El tenor y el cantautor encandilan a 8.300 personas fundiendo música y emoción

Dos voces completamente distintas pero aunadas con la misma carga emotiva sobrevolaron ayer el Palau Sant Jordi de Barcelona, vestido para la ocasión con sus galas más solemnes. El cuarto festival del Mil.lenni hizo posible que Lluís Llach y José Carreras entrelazasen voz y voluntad para ofrecer un concierto inédito que bajo el título de Junts (Juntos) convocó en el recinto olímpico a unas 8.300 personas, fascinadas todas ellas por "ese milagro de la música" al que aludió el cantautor Lluís Llach nada más comenzar el concierto.

Los dos intérpretes fueron fieles a si mismos en el vestuario y, mientras el tenor se enfundaba en una austero traje oscuro, el cantautor acudió a su acostumbrada informalidad, que tradujo en un jersey de cuello vuelto y pantalones grises. Se visualizaban así los dos mundos de los que proceden las voces que protagonizarían la velada.

Las dos voces sonaron juntas en la primera pieza de la noche, una canción de Llach compuesta con la Revolución Portuguesa como telón de fondo. Fue así Abril 74 el primer vaso en el que Carreras y Llach derramaron sus voces. Luego sólo el tenor se hizo con las riendas de Un núvol blanc, otra composición de Llach que después daría paso a una pieza de Mompou (Damunt de tú només les flors) que cantaron ambos al alimón.

La red que permitió a ambas voces volar con seguridad se extendió en la cuarta pieza, el tema popular Canço de taverna. Aquí ya entraron la Orquestra Simfònica Mediterrànea, dirigida por Enrique Ricci, y el Cor Madrigal, elementos, amén del propio grupo de Llach, que acompañaron las interpretaciones. Con todas las combinaciones posibles entre voces, cuerda, piano, metal y percusión el cantautor y el tenor llevaron la primera parte del recital hacia los terrenos del amor, evocados de casi todas las maneras posibles. Llach hablaba de la incomprensión del amor homesexual a través de Kavafis (A la taverna del mar), Carreras recordaba a Enric Morera en L'oreneta, y de nuevo Llach hermanaba madre y amor con el tema Nin non. De nuevo acudiendo al cancionero popular Carreras hizo suya El noi de la mare.

El público, maduro, ataviado más como seguidor de lírica que de fan de cantautor reivindicativo y extremadamente respetuoso y comedido, asistía entre emocionado y expectante a este recital que fusionó más que superpuso los mimbres con los que se erigió. Lírica, canción popular, éxitos de Llach y canción culta se unieron en la trama que urdieron las dos voces. Y, todo sea dicho, la voz fea de Llach, que así es como él mismo la define, no desentonó con la académica y pulcra interpretación de Carreras, complementándola con una dosis de emotividad que no entiende ni de partituras ni de técnica.

Y así entre un cierto tono reivindicativo que cuestionó el racismo, la intolerancia y las guerras; una búsqueda de apoyos literarios encontrados en la obra de Pere Quart o de Verdaguer; una voluntad de afirmación de esa realidad que se llama Cataluña;la reclamación de la paz por medio de El cant dels ocells de Pau Casals y de la cantanta Campanades a mort, de Llach, transcurrió un recital que puso de manifiesto la relación que existe entre música popular y culta cuando el destinatario es la emoción. Al final, una larga tanda de bises, que incluyó L'estaca, cerró el concierto.

Lluís Llach al piano, a la izquierda, y José Carreras, en un momento del recital que ofrecieron en el Palau Sant Jordi. / SUSANNA SÁEZ
Lluís Llach al piano, a la izquierda, y José Carreras, en un momento del recital que ofrecieron en el Palau Sant Jordi. / SUSANNA SÁEZ
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