Un juez aficionado al equilibrismo
Querido Baltasar: Regreso de Washington y no quiero dejar pasar la oportunidad para desearos un feliz año nuevo a ti y a los tuyos. 28 de diciembre de 2002. PD: Cuando Bush dijo que yo era el dirigente europeo más sólido en la lucha contra el terrorismo sentí que estaba usurpando tu labor.
El presidente del Gobierno, José María Aznar.
Este telegrama es, desde luego, una broma inherente a la fecha, el Día de los Santos Inocentes. Pero, como toda humorada, refleja realidades.
Baltasar Garzón, 47 años, no fue el hombre del año 2002 por haber recibido el Premio Nobel de la Paz, al que, con muchos otros, fue candidato. Él y los demás perdieron ante el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter, quien, después de años, ganó esa batalla.
"Sería difícil explicar lo que ha pasado en estos 20 años sin el juez Garzón", dice el magistrado Pérez Mariño
Pero el juez sí ha terminado siendo el personaje del 2002 en el sentido de que buena parte de su trabajo de los últimos 10 años en la lucha contra el terrorismo de ETA tuvo su cénit el 26 de agosto de 2002. Ese día dictó el auto de ilegalización de Batasuna,organización que, según él, es uno de los frentes de la actividad terrorista. No sólo un mero instrumento.
Durante aquella jornada del 26 de agosto también pasó algo más: el Pleno del Congreso de los Diputados anticipó su receso y aprobó ese día solicitar la ilegalización de Batasuna. Fue el bautismo de fuego de la nueva ley de partidos políticos.
El juez Garzón y el presidente José María Aznar, pues, parecían estar en una carrera para alcanzar uno antes que el otro la ilegalización de Batasuna. Una gran parte del público sintió cierta confusión. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso Batasuna había nacido anteayer como para que el juez y el Congreso coincidieran el mismo día en empuñar el hacha de guerra legal?
El juez Garzón, cosa que ni sus detractores pueden negar, estaba, contra viento y marea -recuérdese, sólo para tomar un ejemplo ya lejano, la liquidación de Egin-, en la batalla desde hacía largos años, con un paciente trabajo de hormiga.
El Gobierno del Partido Popular siguió sus pasos. Hay quien sostiene que Aznar y sus colaboradores llegaron a la conclusión de que el juez estaba en un camino cuya lógica desembocaría, más pronto que tarde, en el único puerto posible: la ilegalización de Batasuna. De ser así, había que mover el trasero, y cuanto antes, mejor.
"Cuando estás en una situación de guerra terrorista tienes que tener en cuenta dos cosas. Una, respeto a las reglas del Derecho; dos aplicación de la ley a una banda armada. El punto de equilibrio es lo más difícil de conseguir. Porque todo el sistema legal no está pensado para aplicar en este tipo de guerra", razona Ventura Pérez Mariño, ex magistrado de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. "El juez Garzón trata de obtener ese equilibrio. Difícilmente podremos explicar gran parte de lo que ha pasado en este país durante los últimos 20 años sin Garzón. Y creo que él, con todas las dificultades que ello supone, transita por ese delicado equilibrio", añade.
Uno de esos delicados equilibrios, para usar las palabras del ex juez y actual candidato socialista a la alcaldía de Vigo, ha sido la suspensión provisional de las actividades de Batasuna sin una imputación a cada uno de sus miembros, cuenta habida de la responsabilidad penal que, en el supuesto delictivo, cada uno de ellos debería asumir. Cuatro meses después de la mencionada suspensión, el juez acaba de dar un paso en esa dirección el pasado jueves 19 al citar a declarar a la Mesa Nacional de Batasuna y dictar su prisión bajo fianza.
Aunque el juez se niega a hablar de las causas que instruye, cuando se le pregunta si acaso como juez no sufre la pulsión de forzar la ley, subraya: "Lo que me está preguntando es: ¿no aplica usted la ley de manera extensiva porque cree que siendo su causa una justa causa está legitimado para hacerlo? Nunca el fin justifica los medios".
Garzón camina ahora sobre otro delicado equilibrio. Ha intentado desarticular el terrorismo de Al Qaeda en España, pero al mismo tiempo denuncia la política de la Administración de Bush, que conduce a una guerra contra Irak. Esa política no es compatible, según Garzón, con la vigencia de los derechos humanos.
Hace unos meses, Felipe González,después de criticar duramente a Garzón en el caso Pinochet, le envió un libro. Llevaba una dedicatoria que venía a decir algo así como que ni él, Garzón, probablemente fuera consciente de todo lo que había hecho en el mundo por los derechos humanos. Fue una victoria. Porque, aunque cueste creerlo, Garzón sigue apreciando a González.
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