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Columna
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El lumpen de la derecha

Tal y como el cronista anunció, no ha habido tregua en estos últimos y edulcorados días de 2002. En su polémica comparecencia del pasado lunes, la portavoz popular Alicia de Miguel negó la evidencia de un correo electrónico y un informe del grupo Bouygues, donde se desvelan las triquiñuelas de Zaplana, para agenciarse un corralito mediático. Alicia de Miguel, suplió la falta de argumentos, con la tronante y vacua doctrina de sus mandos: a la desesperada, echó mano de manivela, y nos pasó la película de hace 20 años. Ya puesta, podía haber ido algo más atrás, para descubrirse en los vestigios del franquismo. Como era de esperar, el secretario de los socialistas, Joan Ignasi Pla, y el coordinador general de EU, Joan Ribó, pidieron su dimisión. Y como también era de esperar, Alicia de Miguel dijo que nones, que no estaba para jugarse el empleo por "una fabulación inverosímil". Y en este punto, el cronista se permite dos reflexiones: los líderes de la oposición van de antiguos. Aquí ni se dimite, ni se destituye, ni se cesa. Esas cosas pueden suceder en el país vecino, porque en el país vecino sólo se cometen errores humanos. Sin embargo aquí, se cometen errores divinos y ¿quién carga con el sacrilegio? Vean, si no, el caso de Mayor Oreja y el de los eurodiputados socialistas. De juzgado de guardia. Otro sí: ºaquí no hay una derecha progresista, de perfil europeo; ni tampoco una derecha patria y tradicional, incapaz de confundir la cubertería del pescado con la del solomillo. Lo dijo, en un almuerzo, al que asistía el cronista, un caballero de derechas de toda la vida: el PP es el lumpen de la derecha (sic). Nos desprestigian con su ordinariez y su impericia política. Verduleros convertidos en exportadores; leguleyos sin pleitos; representantes de ultramarinos; oportunistas, tipos sin escrúpulos y hasta groupiers de naipes marcados. ¡Qué vergüenza!, ni los bolcheviques los hubieran soportado.

El cronista observa al PP hundido a miles de coladuras y fracasos por debajo del nivel de la realidad, como el Prestige por debajo del nivel de la mar océano. El PP suelta escándalos y miserias, como el Prestige, petróleo. El Prestige es la metáfora del PP. Y hasta puede que sea su osario. Pero el cronista en sus reflexiones, ha llegado a la conclusión de que parece recomendable escribir al dorso de las papeletas para el ejercicio del sufragio -a imitación de las compañías tabaqueras-: la soberanía del pueblo advierte que la mayoría absoluta perjudica gravemente la democracia. Y que el partido ganador, por mayoría relativa, ponga el resto con buena gestión, talento, trabajo diáfano, respeto a las minorías y servicio a la sociedad de la que es tributario y asalariado. Sólo así se evitarían desmanes, engaños, impertinencias e incumplimientos de responsabilidades. El cronista por no creer no cree ni la demos de Solón, que excluía a esclavos y extranjeros, ni en la del PP, que recorta libertades y derechos, ni en la demoscopia del CIS, al dictado de sobornos. Pero sabe que los ciudadanos ya se han percatado de las tropelías que se están perpetrando en nombre de ni Dios sabe quién. Así es que, a estas alturas, la chatarra mediática de Zaplana, sólo tiene el destino del desguace. El 2003 entra lleno de presagio e inmundicias.

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