Historias napolitanas
La primera impresión que despierta un grupo como L'Arpeggiata es la de una convivencia de culturas. Nápoles es la excusa de un lugar de encuentro musical entre unos intérpretes ligados a la tradición popular, diferenciados por sus rostros morenos y curtidos, y unos instrumentistas barrocos refinados, algunos de los cuales tocan un día aquí y otro en una formación distinta, y cuyo origen se percibe por la blancura de la piel. El mestizaje es, en principio, saludable. O al menos estimulante. Sirve para comprender mejor los entornos del tipo que sea. Recuerden, por ejemplo, la simpática película Deliciosa Martha, de la alemana Sandra Nettelbeck, y su descripción de los contrastes y diferencias vitales entre el Norte y el Sur a través de la forma de ser y de las relaciones entre una cocinera de Hamburgo y un cocinero italiano. Poner la música culta en diálogo con la popular es, de entrada, extraordinariamente atractivo. Más todavía si se hace desde una plataforma multiétnica y con respeto por los estilos.
Emociona!!! Antigua
La tarantella. L'Arpeggiata. Directora: Christina Pluhar. Con Lucilla Galeazzi y Massimo Carrano, cantantes tradicionales. Ciclo emociona!!! Antigua. Colegio de médicos, Madrid, 23 de diciembre.
Nápoles es la excusa y a su alma musical se trata de llegar a través de tarantellas, nanas o lamentos fúnebres, pero sobre todo a través de una combinación entre el sentimiento melancólico y el ritmo vital. La directora austriaca de L'Arpeggiata tiene instinto para dosificar los diferentes elementos que pone en juego y consigue que la fiesta no decaiga. Tiene Christina Pluhar un preciso y jovial sentido del espectáculo, y así la cosa funciona con una ligereza admirable. Las alusiones a los efectos curativos o terapéuticos de la tarantella y la proyección de imágenes de antropología musical como presentación quedan en un discreto segundo plano. No son necesarias. Lo que determina la personalidad del espectáculo es su tensión interna, su calculada espontaneidad.
Entretenida y emotiva
Resulta entretenida en conjunto la sesión, e incluso emotiva en algunas fases. El magnetismo personal de algunos intérpretes es esencial. Lo poseen los cantantes tradicionales Lucilla Galeazzi y Massimo Carrano, juntos o por separado. La bailarina Anna Dego pone un toque exótico al concierto desde las raíces, y la vibrante percusionista Michèle Claude puede hacer malabarismo con tres bolas sin perder el sentido del ritmo. La elegancia de Elisabeth Seitz al salterio, la sensibilidad de Paulina van Laarhoven con la viola de gamba, el virtuosismo de Verónica Skuplik con el violín barroco, la seguridad de Eero Palviainen con el archilaúd o la guitarra barroca, la brillantez de Doron Sherwin con la corneta, la serenidad intuitiva de Marcello Vitale con la guitarra battente y, sobre todo, el control exhaustivo de Pluhar desde la tiorba como directora, hacen el resto. El concierto es pegadizo, fácil; un divertimento con mucho mérito. El público salió encantado. Emociona!!!Antigua ha terminado su segunda edición con la sonrisa puesta.
Babelia
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