¿Detectives?
El concepto que los ciudadanos suelen poseer del detective privado se une íntimamente al cine y literatura de género. Dicho contexto presenta al profesional como impenitente sabueso al servicio del cliente, que siempre paga, calla y utiliza la información obtenida para fines inconfesados.
Tal idea detectivesca proviene del molde anglosajón a que tan acostumbrado nos tiene nuestro globalizado universo perceptivo y que aleja cualquier planteamiento crítico. Pero la Andalucía profunda también separa la realidad y el deseo que acuñó Luis Cernuda en su inolvidable obra. Aquí, incluso, se supera la ficción con paroxismo.
Desde hace un año, algunos Detectives con licencia y al día con el fisco, soportamos el lamentable espectáculo de unos falsos investigadores que se presentan como detectives privados ante la opinión pública. Más escandaloso resulta que el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, sufra aquella máxima de "calumnia que algo queda" sin que hasta ahora haya luz judicial viéndose forzado a querellarse contra quienes señala como sus injuriadores.
La historia es harto conocida: Un video involucra a la cúpula socialista andaluza en un caso de espionaje patrocinado desde el mismísimo Palacio de San Telmo. En plena batalla por la renovación de cargos en las Cajas de Ahorro sevillanas, uno de los ahora ex presidente dice ser espiado por cuenta de dirigentes del PSOE andaluz.
Numerosas querellas han llovido desde entonces, muchas diligencias judiciales se han practicado y hasta hoy sólo florece impotencia. Hasta ahora, las sombras pueden a la verdad que el asunto exige.
Y también hay un denominador común: todos los relacionados con el famoso video afirman ser detectives. En realidad, lo proclaman quizás anhelando convertirse en Sam Spade, Dashiell Hammet, Raymond Chandler o nuestro Pepe Carvalho. Pero acaban siendo Mortadelo o Filemón, tanto da. Son vulgares impostores sin escrúpulos.
La máxima que sufre Manuel Chaves se amplía, pues, a todo el sector de investigadores privados. Este podrá albergar mala praxis en algunos individuos, como en tantos otros, pero también tiene derecho al buen nombre. No significa, ni de lejos, que tener "licencia" signifique ser un magnífico profesional. Es cuestión de marco legal, de libre competencia y de ciertas dosis deontológicas.
La Ley de Seguridad Privada 23/92 y un Reglamento que la desarrolla regula a los detectives privados españoles. Inclusive, en Catalunya y Comunidad Valenciana hay Colegios profesionales de adscripción obligatoria para los allí ejercientes. Esto último, considera el firmante, es contrario a directivas comunitarias en cuanto a libre circulación de profesionales. Pero el tema Colegios es un cantar medieval que merece ríos de tinta en la Europa del siglo XXI.
Parece que el "caso espionaje" no ha escrito sus últimos capítulos. Falta por demostrarse lo conocido en el oficio: saldrán a la palestra manipuladores de videos -algo ya acreditado por la policía científica en juzgados-, sujetos con fantasía desiderativa, tontos útiles de memoria selectiva, y muchos mediocres que no defraudarán al público.
Por un mínimo de dignidad institucional a nuestro Presidente autonómico le debe la Justicia una explicación que aclare el montaje del que es víctima; quizás urdido en el fragor de una lucha política malentendida, y muy lejos de las urnas. ¿Hay cómplices, mensajeros, y oportunistas? Lo sabremos.
Juan Carlos Arias Ranedo es detective privado.
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