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La izquierda y el PP vapulean a Mas por "instrumentalizar" la reforma del Estatut

El intento del 'conseller en cap' de lograr un cara a cara con Maragall se le vuelve en contra

El conseller en cap, Artur Mas, sufrió ayer el revolcón parlamentario más importante desde que se convirtió en el candidato de Convergència i Unió (CiU) a presidente de la Generalitat. Paradójicamente, el tropezón no fue consecuencia de ninguna operación preparada por nadie, sino que él mismo se situó en el ojo del huracán al tratar de forzar un cara a cara con su rival socialista, Pasqual Maragall, durante el debate para solemnizar el acuerdo alcanzado por la mayoría de grupos para elevar el techo del autogobierno. La apuesta táctica se le volvió en contra y, uno tras otro, los portavoces de todos los grupos, salvo el de CiU, saltaron en tromba descalificando a Mas y su intento de "instrumentalizar" la reforma del Estatut.

A menos de un año para las elecciones, Mas trata de aprovechar cualquier resquicio para proyectarse no sólo como el hombre del futuro en CiU, sino también como el dirigente que ya marca el camino a sus correligionarios, pese a que Jordi Pujol conserva la presidencia de la Generalitat. Para sortear el difícil equilibrio de aparecer como líder de CiU sin que Pujol renuncie, sus asesores han fijado como una de sus máximas prioridades el lograr un cara a cara con Pasqual Maragall, una posibilidad que el dirigente socialista elude sistemáticamente.

En el inicio del debate sobre los presupuestos, hace 15 días, Mas lanzó el anzuelo, pero Maragall no hizo caso de ello, y ayer quiso aprovechar el debate solemne sobre la futura reforma del Estatut para intentarlo de nuevo. La apuesta, no obstante, se tornó en bumerán: en lugar del cara a cara se dio paso a un imprevisto cuatro contra uno: en una larga y crispada sesión, los portavoces de todos los grupos acusaron a Mas de tratar de fagocitar el acuerdo sobre el autogobierno -suscrito por todos los grupos, salvo el PP- y le tacharon de "sectario" y "partidista".

El origen de la trifulca fue la decisión de Mas de intervenir en el debate en nombre del Gobierno catalán. Hasta entonces, todos los grupos de la Cámara, salvo el PP, habían mostrado su satisfacción por el acuerdo -trabajado durante más de un año en comisión-, que aboga por reformar el Estatut. El tono, solemne y de consenso, fue alterado súbitamente por Mas, quien reclamó para CiU el liderazgo en el proceso de mejora del autogobierno y aderezó su intervención con reproches a Maragall y a los socialistas por sus vínculos con el PSOE, buscando forzar el cuerpo a cuerpo con el presidente del PSC.

La intervención de Mas cogió por sorpresa a todos los grupos, que en seguida se tornó en indignación y todos quisieron intervenir. Así, el movimiento del conseller en cap reunió en una sola sesión todos los ingredientes que sus asesores quieren disipar: la izquierda apareció en bloque y unida -Rafael Ribó, de Iniciativa per Catalunya Verds (ICV), y Josep Lluís Carod, de Esquerra Republicana (ERC), fueron los que más se ensañaron con Mas-, lo cual permitió a Maragall adoptar el papel presidencial que tanto quiere transmitir: el dirigente socialista ninguneó al conseller en cap -"Mas ha dado un mal paso, que no comentaré porque se comenta por sí mismo", se limitó a señalar- y apeló reiteradamente a Pujol -no a Mas- a abrir el proceso de reforma del Estatut. Carod fue incluso más allá de la mera sesión de ayer: "Si esto es la CiU del futuro, que Dios nuestro señor, agnósticos incluidos, nos coja confesados", afirmó.

Para colmo, el presidente del Grupo Parlamentario Popular, Alberto Fernández Díaz, proclamó desde la tribuna que si CiU no abre el proceso de reforma del Estatut no es por la falta de apoyos en el Congreso, sino por algo mucho más próximo: porque en 1999 Jordi Pujol fue investido presidente de la Generalitat con los votos del PP asumiendo el compromiso explícito de mantenerse toda la legislatura dentro del actual marco estatutario.

Rectificación

La mayor parte de la intervención de Mas se realizó con los bancos del Gobierno vacíos. Incluso Pujol se ausentó a ratos, visiblemente inquieto, y al final pidió la palabra para decir escuetamente que la posición del Gobierno es la expresada por Mas y para arremeter contra Maragall. El líder de Unió, Josep Antoni Duran, tuvo varias conversaciones con dirigentes de todos los grupos para tratar de rebajar la tensión, lo que se consiguió tras la segunda intervención de Mas. Cuando éste volvió a la tribuna lo hizo con otra actitud y en reiteradas ocasiones pidió a los diputados que no se tomaran a mal sus palabras.

Artur Mas, ayer, durante el debate parlamentario sobre el autogobierno.
Artur Mas, ayer, durante el debate parlamentario sobre el autogobierno.ANDREU DALMAU / EFE

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