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Columna
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Paladín Marcos

¿Es el realismo mágico el punto de vista más adecuado para enfrentar la situación del País Vasco? Podríamos definir la expresión realismo mágico como aquella perspectiva artística que pretende ver y hacer ver que lo común y cotidiano tiene un componente extraño, atemporal y fantástico. Aunque originalmente se trate de un término acuñado por el crítico alemán Franz Roh en 1925, quien lo aplicó al mundo de la pintura para agrupar a artistas como Morandi, Chirico, Gras, Dix, Picasso o Dalí, pronto se extendió a las demás artes entrando de lleno en el terreno de las letras. En concreto, suele señalarse al cubano Alejo Carpentier como fundador de la corriente literaria al formular la siguiente pregunta en el prólogo de su novela de 1949, El reino de este mundo: "¿Qué es la historia de América Latina sino una crónica de lo maravilloso en lo real?".

Aunque la perspectiva del realismo mágico no es patrimonio de la literatura suramericana (pues cabe considerar como realistas mágicos a autores como Calvino, Vian o Cunqueiro, entre muchos otros), han sido escritores suramericanos quienes mejor han representado una perspectiva que, lejos de pretender huir de la realidad, busca profundizar en la misma más allá de sus elementos inmediatamente evidentes. Como señala Galeano, "ningún estudio sociológico nos enseña más sobre la violencia en Colombia que la breve novela de García Márquez, El coronel no tiene quien le escriba, donde, si no recuerdo mal, no suena ni un balazo".

El caso es que el subcomandante Marcos ha retado al juez Baltasar Garzón a un singular duelo dialéctico sobre la situación vasca. La historia se remonta a los primeros días de este mes de diciembre, cuando Marcos hizo público en el diario La Jornada un largo comunicado en el que llamaba a Garzón "payaso grotesco" y lo acusaba de "llevar adelante un verdadero terrorismo de Estado" al declarar ilegal "la lucha política del País Vasco", mostrando así "su verdadera vocación fascista al negarle al pueblo vasco el derecho de luchar políticamente por una causa que es legítima". La respuesta de Garzón, a través del diario El Universal, fue tan rápida como contundente. Tras recordar a Marcos las víctimas producidas por el terrorismo de ETA, finalizaba así: "Le reto cuando usted quiera y donde usted quiera, a que sin máscaras ni disfraces, cara a cara, podamos hablar del terrorismo, de rebeldía, de dignidad. De lucha, de insurgencia, de política, de justicia, de todos aquellos valores que sirven para construir un país y una democracia y defender los derechos de los que menos tienen".

Marcos ha aceptado el reto y, en cuanto que retado, ha puesto las condiciones para el encuentro: a) lugar y fecha: Lanzarote, entre el 3 y el 10 de abril de 2003, ante un jurado de siete miembros; b) en paralelo, se celebrará un encuentro entre todos los actores políticos, sociales y culturales de la problemática vasca que así lo deseen, con el siguiente lema: "El País Vasco: caminos"; c) a petición de Marcos, ETA deberá abrir un periodo de tregua unilateral de 177 días, a partir del 24 de diciembre. En caso de que Marcos resulte triunfador de la contienda, Garzón deberá asesorar jurídicamente al EZLN en sus demandas contra el gobierno mexicano. Si resultará que el triunfador fuera el juez Garzón, este tendrá derecho a desencapuchar al derrotado, quien "se someterá a la acción de la justicia española para que lo torturen (justo como torturan a los vascos cuando son detenidos)". Con fecha de 12 de diciembre, Batasuna ha señalado públicamente su disposición a participar en el encuentro.

Me confieso un admirador del realismo mágico. Considero al subcomandante Marcos como un excelente continuador (junto con Galeano, Sepúlveda, Giardinelli o Taibo II) de esta perspectiva literaria: no hay más que leer sus escritos publicados bajo el título Desde las montañas del sureste mexicano. Pero no, no creo que sea esta la perspectiva más adecuada para enfrentar la situación vasca. No sea pinche, Marcos, y acabe con esta bromería, que ya hay quienes se la están tomando en serio. Piense que por aquí quienes llevan capucha son los policías y dígame si con ese argumento se puede escribir algo que no sea irrealismo trágico.

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