Dos grandes violinistas del siglo XXI
En estos días la Navidad se hace música en las salas de concierto; los programas adquieren un aire más comunicativo y popular y se repiten títulos que, con frecuencia, no tienen especial significación navideña. Sociedades, fundaciones e instituciones rivalizan a la hora de El Mesías (hay tres este año), Oratorio de Navidad, villancicos de aquí y de allá, la simbólica Novena sinfonía y no escasos "golpes" a la familia Strauss y sus allegados vieneses. Entre todo ello, aparecen de pronto dos estrellas rutilantes del violín que son ya grandes y lo serán más en el futuro: la española Leticia Muñoz, una madrileña de 17 años, y el polaco Kuba Jacowicz, varsoviano (20 años). Leticia viene principalmente de las aulas de Zakhar Bron (Escuela Reina Sofía o Colonia) y Jacowicz continúa la tradición de una familia musical de su país. Ambos son admirables pues la madrileña hizo un Concierto en re de Chaikovski de alto vuelo virtuosístico, bellísimo sonido y expresión de pura y honda afectividad, mientras que el varsoviano enalteció la noble y área serenidad del Concierto en mi menor de Mendelssohn, "el padre de todos los conciertos de violín".
Filarmónica de Dresde / Orquesta Andrés Segovia
Directores: Frühbeck de Burgos y Aguirre. Solistas: L. Martín y K. Jacowicz, violinistas. Auditorio Nacional. Madrid, 12 y 15 de diciembre.
Tuvieron distintas colaboraciones guiadas por dos batutas españolas: la de Luis Aguirre, para Chaikovski, y la de Frühbeck de Burgos, para el autor de El sueño de una noche de verano, al frente de la Orquesta de Cámara (muy ampliada) Andrés Segovia y de la histórica y magnífica Filarmónica de Dresde, respectivamente. Y como uno y otro maestro son, para empezar, músicos de recto criterio, sensibilidad analítica y criterio rigiroso, se dieron conjunciones magníficas en el diálogo y la concertación con dos artistas que unen sabiduría al genio innato.
Frühbeck venció y convenció, una vez más, en la Quinta, de Beethoven, y Aguirre hizo delicias en la dos suites de la bellísima Arlesiana, de Bizet.
Duraron mucho las ovaciones del público en el auditorio de Príncipe de Vergara, pero es, todavía, más perdurable la impresión luminosa de los dos jóvenes violinistas, unos elegidos sobre los cuales habrá que escribir durante el siglo XXI.
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