_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Belén

El belén madrileño de este año se llama Ana. Por partida triple. Ana Belén es la imagen de la Comunidad en la actual campaña publicitaria impulsada por Ruiz-Gallardón. Trinidad Jiménez, por su parte, ha elegido oficiosamente La Puerta de Alcalá como himno de su campaña electoral (en dura pugna con Pongamos que hablo de Madrid, y tras descartar drásticamente cualquier chotis). Y el mes pasado se presentó la lúcida (y autorizada) biografía de la actriz y cantante, escrita por Miguel Ángel Villena, en la que se hace también el retrato de una generación. A ver si Ana nos alegra la vista, el oído, la risa y otras potencias, porque el belén navideño que tenemos encima este año es negro como la marea.

La Comunidad, el Ayuntamiento, Mercamadrid y otras entidades propugnan incitaciones al consumo de marisco gallego, un consumo solidario en primera instancia. Madrid es mercado vital para Galicia, el más importante después del interior. Aquí hay más gallegos que en A Coruña, y a los que no lo son les va la pandeirada y el percebe. El consumo solidario es de cajón. Pero las autoridades debieran informar ya sobre los efectos que puede tener la marea negra en los productos que llegan de allí. La gente está muy mosqueada desde lo de las vacas locas. Si no se da información veraz al respecto, el personal, por si las moscas, va a pasar del marisco, al margen de los desorbitados precios con que aparece en los mercados.

Navidad es memorial de ausencias, catálogo de melancolías, retablo de cuchipandas. Bastantes borracheras. Este año, además, las fiestas llevan sabor a brea e indignación. Hacia Belén va una burra cargada de chapapote (el chocolate es ilegal; esa burra es un camello). A pesar de todos estos contratiempos internos y otros que llegan de fuera, ahí está, ahí está ella, Ana, guiño perenne a la insurrección y la ternura. Es gata, dicho sea en el sentido castizo de la palabra: nació en la calle del Oso. Es una persona normal y sostenible, pero tampoco es normal que haya personas así, para qué nos vamos a engañar. Menuda es ella. Qué bien que nos queda Ana Belén.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_