Putin promete paz para Chechenia sin frenar los desmanes del Ejército
La oposición rusa considera que el plebiscito será "una farsa"
El presidente ruso, Vladímir Putin, impulsa con tozudez su plan para Chechenia sin esperar a que la situación se normalice primero para la vida en la república secesionista y sin dar muestras de querer atajar los desmanes de los militares. Ayer, el líder anunció que había firmado un decreto que abre el camino al plebiscito de un estatuto de autonomía en primavera y a elecciones de órganos de poder local antes del fin de 2003.
Borís Nemtsov, el líder de la Unión de Fuerzas de Derechas, manifestó ayer que el plebiscito será "una farsa" si antes no se acaba con las "operaciones de limpieza" de los federales y no se reduce el contingente militar en Chechenia.
El miércoles, en la ciudad chechena de Gudermés, se celebró el congreso de los pueblos de Chechenia. El foro, en el que participaban 400 delegados, es parte de la alternativa del Kremlin al diálogo con los separatistas. El martes, en el Kremlin, Putin se negó rotundamente a reemprender aquel diálogo y tuvo que escuchar duras críticas por su política en el Cáucaso de boca de algunos de los integrantes de la comisión de derechos humanos adscrita a su Administración.
Svetlana Gánnushkina, de la directiva de Memorial, denunció las torturas, desapariciones y asesinatos perpetrados por los federales en Chechenia, así como el retorno forzado de los refugiados desde los campamentos en Ingushetia. Cuando el presidente insistió en que los refugiados no son obligados a regresar a Chechenia, sus interlocutores le espetaron que tal afirmación es una "mentira". Ludmila Alexéieva, dirigente del Grupo Moscovita de Helsinki, dijo al presidente que el gobernador de Ingushetia le engañaba y que los refugiados son amenazados, coaccionados y privados de alternativas. Putin accedió a crear una comisión que compruebe sobre el terreno si los refugiados vuelven libremente a Chechenia.
El líder aclaró que había ordenado apostar contingentes del Ministerio de Interior junto a los campamentos de Ingushetia para evitar "pogromos antichechenos" debido a los ánimos reinantes tras la toma de rehenes en Moscú. Sin embargo, ve la concentración de refugiados como un foco de tensión y corrupción. Según uno de sus interlocutores, el presidente manifestó que los guerrilleros utilizan los campamentos de refugiados y envían allí a sus familias e insinuó, además, que los campamentos fueron un "negocio" para los dirigentes de Ingushetia antes de que el general del Servicio Federal de Seguridad Murat Ziázikov y su equipo tomaran el relevo.
Al despedirse del presidente, Gánnushkina exclamó: "Estoy rotundamente en contra de su política en Chechenia". Putin pidió más explicaciones y, al oír las quejas por los "desmanes" de los militares, se lanzó a justificar a las tropas de Interior. "Cuando un policía va a un mercado suele salir con una lata de cerveza y un arenque salado. Cuando hay guerra, sale con una alfombra y hasta con un tejado", dijo Putin, según uno de los asistentes.
"No hablamos de hurtos, sino de gente a la que se tortura, se asesina y se hace desaparecer", puntualizó la dirigente de Memorial, citando casos de víctimas en Jankalá, la principal base rusa en Chechenia. Putin escuchó con interés y exclamó: "¿Qué quiere que hagamos? No tenemos otro Ejército". Gánnushkina aconsejó "la rotación de unidades, la educación de los soldados y el castigo para los culpables".
Mientras sus interlocutores abordaban las violaciones de los derechos humanos, Putin se concentró en el islamismo radical, el terrorismo y el supuesto plan para crear un califato caucásico.
Los defensores de derechos humanos criticaron también la política informativa y de emigración del Kremlin. Putin mostró preocupación por los procesos migratorios en Rusia y sus efectos sobre la seguridad y explicó que el trazado de las fronteras de Rusia está siendo muy difícil por falta de conocimiento exacto sobre su ubicación, así como de medios y especialistas.
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