¿Convivencia? ¿De culturas?

El artículo de Enrique Gil Calvo y su valoración de las cuatro posturas contrapuestas en presencia de culturas en contacto me lleva a las reflexiones siguientes:

El multiculturalismo que califica de romántico, defendido por Kymlicka, necesitaría ser matizado. La defensa a ultranza de los derechos culturales de las identidades colectivas en contacto, dentro una cultura mayoritaria, llevan, a mi parecer, a posturas extremas, más próximas a teorías racistas y xenófobas que a una postura de izquierdas. El maximalismo de Huntington sería el paso siguiente a esa defensa a ultranza de los derechos culturales que llevarían a una completa segregación civil de esas identidades en contacto. En cuanto a la teoría etnocentrista de Sartori, la calificaría más de derechas que de centro-derecha: la prevalencia de la cultura occidental sobre cualquier otra sigue siendo el modelo que condiciona la política social proteccionista actual. Cuando John Gray propone el modus vivendi transaccional y tolerante -es tolerante la cultura mayoritaria sobre la minoritaria y, por tanto, desigual-, y reconoce la existencia de conflictos al mismo tiempo que la posibilidad de transformarlos, se acerca más a la deseable convivencia entre las identidades culturales dentro del mismo espacio común.

Y es preciso, en efecto, dibujar mapas en la niebla, buscar el compromiso y la negociación permanente, porque ningún derecho es adquirido una vez por todas, ni ninguna sociedad estática ni monocultural. Los servicios sociales pueden de manera puntual servir de mediadores; sin embargo, más que los servicios sociales, cuyo papel es el de garantizar "el servicio de urgencias" social tanto de las personas inmigrantes como de las que viven en el país de acogida, se trataría, según mi opinión, de ir más allá de los cuidados paliativos.

El Estado y la Administración son los que deben garantizar los derechos de las personas que viven en su territorio. Y son también los poderes públicos en los que todos y todas delegamos nuestra voluntad de vivir en democracia, los que deben preocuparse de educar a los más jóvenes para que desde la convivencia real, la del respeto pero también de la interacción, sepan construir un verdadero espacio sociocultural común: convivir también es compartir. Y compartir, intercambiar.