La policía investiga quién usó gas para desalojar una discoteca con 300 estudiantes
Los alumnos sufrieron tos y picor tras discutir con los organizadores por el cierre de una fiesta
La policía ha abierto una investigación para aclarar quién o quiénes, en la madrugada del pasado domingo día 1, lanzó gases en la discoteca Quick de Madrid para desalojar a los más de 300 estudiantes de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense que se divertían en ese momento en sus pistas. Hacia las tres de la madrugada, los estudiantes comenzaron a notar "síntomas de asfixia y una tos compulsiva" y tuvieron que abandonar el local en medio del caos y la confusión. El Samur tuvo que desplazarse al lugar para atender a varios afectados.
La encargada de Quick, Ruth L. C., aclaró ayer que la discoteca, situada en la calle de Galileo, fue alquilada a una empresa para la fiesta, y que fue esta firma, que dirige una persona llamada Antón, la que contrató a los camareros y porteros y compró la bebida. Explicó que la discoteca ha denunciado a dos de las personas contratadas por Antón como supuestos autores "del lanzamiento de las bombas de gas en las pistas". Antón indicó ayer que él se marchó del local poco antes de las tres de la madrugada y que ignora lo sucedido.
Lo cierto es que, de repente, los cientos de estudiantes que se divertían dentro tuvieron que salir a trompicones de allí porque una sensación de picor en nariz y ojos seguida de estornudos y síntomas de asfixia se apoderó de ellos. El lanzamiento del gas se produjo tras surgir discrepancias entre los estudiantes y los organizadores de la fiesta sobre el horario de terminación de la misma.
Según los estudiantes, se pactó que la fiesta comenzase a las doce de la noche y que concluyera a las tres de la madrugada; y que luego el local abriese también sus puertas hasta las seis de la mañana para clientes ajenos al evento.
El pacto incluía, asimismo, que acudiesen a la fiesta "un mínimo de 600 personas", según los estudiantes. Los alumnos de la Facultad de Veterinaria alquilaron el local esa noche para recaudar fondos con los que sufragar un viaje de estudios. Para alquilar el establecimiento, contactaron con Antón. Por la organización del festejo, Antón percibió 2.404 euros, "400.000 pesetas", según el organizador.
Limitación del aforo
Todo transcurrió con normalidad hasta poco antes de las tres de la madrugada. "De pronto", cuenta un estudiante, "dijeron que se había acabado la fiesta; como algunos jóvenes se negaron a abandonar el local, la organización apagó la música y retiró las bebidas. Los camareros desaparecieron", narra uno de los asistentes. "El acuerdo era que la fiesta durase hasta las tres; por eso yo mismo di la orden a los camareros para que dejasen de servir", afirma Antón. "Me fui y no sé lo que ocurrió después".
"Lo que ocurrió es que la música se detuvo y la barra se quedó vacía, sin camareros y sin bebida, y sólo unos minutos después la gente empezó a toser y salir corriendo de allí", recuerda Irene R., una de la estudiantes. "No podíamos respirar y picaban mucho los ojos y la nariz; parecía que hubiesen echado gases a través de los conductos del aire acondicionado para desalojarnos", destaca Mario G., otro de los asistentes a la fiesta.
La Policía Municipal fue la primera en llegar a las puertas del local, donde, todavía con los síntomas del gas, se concentraban decenas de jóvenes. Al entrar los agentes, se toparon con la encargada de la discoteca, Ruth L. C. y le preguntaron por lo sucedido. Ésta se limitó a decir que "no sabía lo que había ocurrido". Al poco de llegar la Policía Municipal, también llegó la Policía Nacional y el Samur.
Antón explicó ayer que, mientras se desarrolló la fiesta, el responsable del evento fue él. No obstante, los agentes inspeccionaron las instalaciones de la discoteca y descubrieron irregularidades; entre ellas, que se pactase la entrada de un mínimo de 600 personas, en un local con un aforo para sólo 300.
Los primeros indicios policiales apuntan a que alguien relacionado con la organización lanzó los gases. "¿Y por qué no pudieron ser ellos mismos, los estudiantes?", sugirió ayer Antón. "No fueron los estudiantes", refuta la encargada de Quick. "Fueron dos de las personas que contrató Antón para vender las entradas; arrojaron bombas de gases a la pista para echar a los estudiantes", señaló. ¿Y por qué sabe que fueron ellos?. "Pues porque les hemos puesto una denuncia", contestó Ruth. "Nunca más volveremos a alquilar la discoteca", zanjó.
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