La vegetación dormida
El Jardín Botánico de Córdoba impulsa la coordinación de todos los bancos de semillas
Especialistas de la Universidad de Granada y técnicos de la Consejería de Medio Ambiente localizaron, no hace muchas semanas, una población de Hippocrepis prostrata Boiss en las cumbres del Parque Nacional de Sierra Nevada. Pese a las intensas búsquedas de años anteriores, la especie no había sido observada desde que el botánico suizo Charles Edmon Boissier recolectara una de estas plantas, en las mismas montañas granadinas, allá por 1837. Se trata de un vegetal que ha permanecido en el limbo de los desaparecidos durante 165 años.
Considerado un endemismo de Sierra Nevada, este pequeño arbusto leñoso, que ronda los 20 centímetros de altura, no figuraba en el listado de plantas amenazadas o en peligro de extinción, sino en el capítulo que reúne a aquellas especies de las que apenas se tienen datos para poder precisar su situación.
La población ahora localizada suma alrededor de un millar de ejemplares, situados en un pastizal frío y seco que, rozando los 2.000 metros de altura, crece en el término municipal de Güejar-Sierra. De forma inmediata este vegetal pasará a ser reconocido con el mayor grado de amenaza y, entre otras acciones, se procederá a recolectar semillas del mismo para asegurar el futuro de la especie aún en las peores circunstancias.
Si Hippocrepis prostata se hubiera extinguido en el medio natural, la especie hubiera sido del todo irrecuperable, algo que no sucede con otros vegetales en peligro de los que sí se conservan semillas viables en diferentes instituciones científicas y académicas. De hecho, los países firmantes del Convenio Internacional para la Conservación y el Uso Sostenible de la Diversidad Biológica (CBD), entre los que se encuentra España, acordaron la pasada primavera establecer una estrategia para la conservación de las plantas que, entre otras medidas, obliga a los gobiernos a conseguir, en el plazo de ocho años, que al menos el 60 % de las especies amenazadas de su flora silvestre se encuentren conservadas en bancos de germoplasma, organizados en redes coordinadas a nivel nacional e internacional.
En Andalucía, el Jardín Botánico de Córdoba puso en marcha, en 1981, un banco de germoplasma dedicado a las especies más representativas de la flora regional. Siete años después la Agencia de Medio Ambiente se unió a esta iniciativa y, finalmente, un decreto del Ejecutivo autonómico reguló el funcionamiento de este archivo vegetal cuya gestión está tutelada por la Consejería de Medio Ambiente. Hasta el pasado mes de agosto, el Banco de Germoplasma Andaluz reunía 4.796 accesiones (colectas procedentes de localidades geográficas distintas) correspondientes a 1.959 táxones diferentes (especies más subespecies), lo que lo convierten en uno de los más importantes de Europa.
Todas las semillas se clasifican, limpian y someten a procesos de desecación, almacenándose en recipientes herméticos dispuestos en cámaras frigoríficas. A -15º C se sitúan los ejemplares que deben conservarse a largo plazo, y a -5º C aquellos preparados para intercambio o programas de reintroducción. Por medio de un índice, que se remite a centros de todo el mundo, el Jardín Botánico de Córdoba ha enviado, a lo largo de los últimos 20 años, cerca de 40.000 muestras a centenares de instituciones de todo el mundo.
Aprovechando que el jardín cordobés ostenta la presidencia de la Asociación Española de Jardines Botánicos, sus responsables propusieron la creación de una red que coordinara los trabajos de todos los bancos de semillas existentes en nuestro país, proyecto en el que han colaborado otros jardines, como el Viera y Clavijo de Gran Canaria, y universidades como la Politécnica de Madrid. A mediados del mes de noviembre, quedó constituida, de manera formal, la Redbag (Red Española de Bancos de Germoplasma de Plantas Silvestres), adelantándose a una iniciativa que discute el Parlamento de la nación.
El objetivo de esta red es colaborar con la Administración española para que puedan cumplirse los objetivos acordados en el marco del convenio internacional sobre biodiversidad, de manera que se garantice la conservación de nuestro patrimonio botánico. Actuando de forma coordinada pueden cubrirse los vacíos que ahora sufren algunas colecciones y establecerse protocolos, que ordenen la gestión de todas las semillas disponibles, éstas son requeridas por otros países.
sandoval@arrakis.es
Un empeño planetario
La Redbag se sumará a otras iniciativas similares que ya funcionan, o se están gestando, en diferentes países, de manera que termine constituyéndose una alianza a escala planetaria, un archivo, repartido por todo el mundo, en el que se custodien los ejemplares más valiosos y escasos de nuestro patrimonio vegetal. A diferencia de lo que ocurre en algunos museos, donde sólo puede administrarse el pasado o el presente detenido, éstas son colecciones vivas, en las que reposa el futuro, ya que a partir de los elementos que atesoran pueden llevarse a cabo reintroducciones de especies amenazadas, al borde de la extinción o desaparecidas del medio natural.
El intercambio organizado de estas semillas, entre diferentes países, servirá, asimismo, para evitar situaciones de abuso como las que son frecuentes en algunos países del Tercer Mundo. A pesar de las reticencias que tradicionalmente han mostrado países como Estados Unidos, el convenio internacional sobre biodiversidad consagra el derecho de propiedad que tienen todos los pueblos sobre su patrimonio genético, de forma que cualquier nación desarrollada que utilice con fines científicos, industriales o comerciales, plantas o animales autóctonos de un país en vías de desarrollo, debe hacerlo con el consentimiento de éste y, además, compartir en forma justa y equitativa los resultados de las actividades de investigación y desarrollo, y los beneficios derivados de la utilización comercial y de cualquier otra índole de los recursos genéticos en cuestión.
Esta filosofía también se recoge en los principios que han inspirado la creación de la Redbag, de manera que sus promotores se muestran decididos a impulsar, de acuerdo a la legislación española, el intercambio de material genético, técnicas y conocimientos, sin descuidar la búsqueda de fórmulas que permitan compartir los beneficios derivados de estas transferencias.
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