Un científico de Irak revela que Sadam estuvo a punto de tener la bomba nuclear
"Nos faltaba un año para conseguir la bomba cuando nos obligaron a parar la guerra con Irán". La bomba es, por supuesto, la nuclear, y quien así habla es un ingeniero iraquí que trabajaba para la Comisión de Industrialización Militar. Dejó de hacerlo tras la guerra del Golfo. "Perdimos la guerra", justifica sin esconder su desencanto por lo que consideró "un pacto de Sadam con los americanos". Sus declaraciones a EL PAÍS resultan imposibles de contrastar, pero el único beneficio que pueden reportarle en el dictatorial Irak es la cárcel.
"La Comisión era el verdadero poder, un Estado dentro del Estado. La guerra contra Irán fue una cobertura para lograr la bomba", defiende S. I., a quien el presidente Sadam en persona regaló su primer coche. Fue en reconocimiento por sus mejoras tecnológicas que dieron al Ejército iraquí ventajas tácticas en varias batallas decisivas. En aquella época, el aún estudiante de ingeniería repartía su tiempo entre el frente y la universidad alemana donde completaba su formación.
"Era un esfuerzo psicológico enorme", admite durante una reunión en un restaurante de la calle Arasad de Bagdad, el lugar de encuentro de las élites iraquíes. "Una semana trabajaba bajo el fuego de la artillería iraní y a la siguiente estaba en Europa e incluso me iba a una discoteca", recuerda. "Nunca entendí por qué firmamos el alto el fuego", insiste, convencido de que aquello fue una concesión del líder iraquí a Estados Unidos.
Fue su primer desencanto. Pero aun así siguió trabajando para el poderoso complejo industrial militar como civil. Tenía todos los medios a su alcance, humanos, económicos y materiales. No se cuestionaba la oportunidad política de las decisiones. Sólo los retos tecnológicos. Hasta que llegó la guerra del Golfo. El golpe definitivo a su confianza en el régimen.
Pacto secreto en 1991
"No hubo orden de luchar", defiende con firmeza cuando se le pregunta por qué la coalición internacional apenas encontró resistencia. Está convencido de que Sadam alcanzó un pacto secreto con Washington. Asegura que no fue el único en interpretarlo así y menciona sus relaciones con el alto estamento militar para apoyarlo. ¿Significa eso que habría oficiales de alta graduación dispuestos a tomarse la revancha? "No lo creo, el precio sería demasiado alto", concluye.
S. I. se muestra convencido de que de nuevo ahora el presidente logrará cerrar algún acuerdo de última hora para garantizar su supervivencia política. Su testimonio constituye una inusual aproximación a las disensiones internas en el seno del aparentemente monolítico régimen iraquí. Sus declaraciones resultan arriesgadas. ¿Por qué las hace? Él afirma que se siente libre para expresar lo que piensa. Su pasado, su familia y sus conexiones pueden darle un margen; no obstante, muchos de sus amigos están en el exilio.
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