"Me encanta sentirme bicho raro"
Pregunta. ¿Qué hay que hacer para llegar a la vejez con la columna tan recta como Gary Cooper?
Respuesta. Hay que tener mucha autoestima, hacer deporte y cuidarse. Pero sobre todo es una cuestión de carácter.
P. ¿El hombre debería continuar a cuatro patas para evitar los problemas de columna?
R. Es cierto que los problemas nos vienen de pasar del cuadrípedo a la bipedestación, pero no creo que debamos seguir a cuatro patas. A dos patas y pensando, mejor.
P. ¿Estamos mal diseñados o no sabemos en qué postura debemos ponernos?
R. Como nos ha cambiado la vida de ir corriendo y saltando a estar sentados delante de un ordenador, pues ha cambiado la ergonomía de cómo tenemos que ir andando. Y no hemos aprendido todavía ni cómo nos tenemos que sentar.
P. ¿En el esqueleto es donde mejor reside nuestra identidad, más que en el alma y en la carne?
R. El esqueleto no es nada. Lo importante está en la chicha.
P. El sacro y el cóccix están ahí para que no nos olvidemos de que tuvimos cola. ¿Por qué la perdimos?
R. Porque no hacía falta. En la bipedestación el sentido de la cola es niguno. En el hombre era un estorbo porque la iba arrastrando por el suelo. La naturaleza es muy sabia, y con la evolución ha ido disminuyendo en los huesos del sacro y el cóccix.
P. ¿Por qué decidió consagrar su vida a la columna vertebral?
R. Frente al resto de los huesos, me encanta la columna. Hay más pasión y muy pocas mujeres que se dediquen a ello. Tuve oportunidad y pensé que había menos competencia. He tenido la gran suerte de que mi padre [José Luis Bas] es cirujano de columna y me formó en ello. Y me subí al carro.
P. ¿No se siente un poco bicho raro por ser la primera mujer que se mete ahí?
R. Me encanta sentirme bicho raro. No me gusta ser como los demás. Ésta es una especialidad que siempre se ha considerado de hombres, no sé si por el mito de la fuerza, aunque hoy en día la fuerza no es nada. Lo importante es la habilidad y la pasión.
P. ¿Ha hecho algo en la vida aparte de estudiar?
R. No mucho. La verdad es que he dedicado mucho tiempo a estudiar, y me siento orgullosa de haber sido una empollona. Todo lo que he hecho, incluso viajar a los Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania, ha sido por mi profesión.
P. ¿Por qué se ven menos jorobas que antes?
R. Porque las operamos. Es una cirujía muy bonita. Yo creo que la más agradecida de todas por el cambio que produce en el paciente. Las operaciones a espinazo abierto son espectaculares porque ves cómo la columna recupera la posición.
P. Usted, junto a su padre, hace un tratamiento en las vértebras que es pionero en España.
R. Sí, la cifoplastia. Consiste en meter cemento en las vértebras de la gente osteoporótica. Se inyecta a baja presión, como si fuera un tabique en una finca para que no se caiga.
P. Al final, lo de la columna ¿está más cerca de la construcción que de la medicina?
R. Está muy cerca de la construcción y la ingeniería: es un problema mecánico. Entender la columna es entender dónde van los apoyos, dónde van las vértebras, dónde se soporta la carga... Yo lo comparo a veces con una grúa: si pones mucho peso delante, te doblas hacia delante; si lo pones detrás, te doblas hacia atrás.
P. ¿Es malo doblar el lomo?
R. Es peor estar sentado. La presión que soporta el disco es superior.
EN DOS TRAZOS
La primera vez que Teresa Bas (Valencia, 1963) fue a trabajar a un hospital de los Estados Unidos causó sorpresa porque esperaban que fuera un hombre. Es una de las dos mujeres que se dedican a la cirujía de la columna vertebral en España. En su especialidad fue la primera residente mujer en el hospital La Fe de Valencia y ahora es coordinadora de la Unidad de Raquis del Hospital de La Ribera de Alzira. Su expediente está saturado de premios extraordinarios a costa de sacrificar su juventud, y su pasión por el oficio la ha hecho irrumpir con potencia en uno de los últimos recintos machos de la medicina.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.