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Columna
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En medio

Miquel Alberola

Entre la España "uniformista y centralista" hacia la que regresamos, según el apocalipsis de Vicent Soler, y la España bipolar que postula con el envoltorio del Arco Mediterráneo Josep Antoni Duran i Lleida (en la que se emplea a fondo desde hace tanto el Círculo de Economía de Barcelona), quizá no existan tantas diferencias. Va, con todos los matices y notas a pie de página que se quieran, de uno a dos. En cualquiera de estos esquemas territoriales, en los que Madrid acopla el universo a su acomodo o se lo reparte en el porcentaje que sea con Barcelona, los valencianos somos simple árido de relleno. Algo había que ser, después de todo. Ésa es nuestra situación, a falta de una estructura de desarrollo económico multipolar para España (como la que subyace en el lamento impotente de Gregorio Martín y Manuel Lloris). Y lo peor es que lo seguirá siendo durante mucho tiempo, puesto que la tensión bilateral que mantienen Madrid y Barcelona, aunque Madrid termine llevándose el gato al agua, es para siempre porque el equilibrio de uno siempre se lo resuelve el antagonismo de otro, y Barcelona ya ha definido su personaje hasta la caricatura. Sin embargo, más allá de constatar la escasa consistencia de nuestra substancia local, este pulso que mantienen los dos principales polos de España para la construcción de un modelo de territorio también plantea algunas posibilidades para el árido de relleno, puesto que ambos lo requieren. Madrid necesita a Valencia para debilitar a Barcelona y Barcelona necesita a Valencia para ahuecar a Madrid. Si en ambos casos la nuestra será una "economía de sucursal", como recela Soler (aunque sólo de Madrid, claro), pues que lo sea sacándole el máximo partido. En eso Cataluña, que sabe que nunca le ganará la partida a Madrid, nos ha dado grandes lecciones. Lo mismo es la víctima que quiere ser, como reclama Duran i Lleida, "la plataforma estratégica que comunique los mercados centroeuropeos con todo el Mediterráneo, y aún más allá, con Oriente y América Latina". Y las dos identidades se condensan en una y tienen un alto precio, que se satisface en el momento en que Convergència i Unió decanta las mayorías sean del signo que sean.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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