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Columna
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Patético

Si han seguido con cierta dedicación los noticiarios de las diferentes cadenas televisivas, públicas o privadas, en las dos últimas semanas y a propósito del desastre ocasionado por el buque Prestige, habrán pasado rápidamente de la ingenuidad de quienes creen que las imágenes son siempre más expresivas que las palabras a una confusión lamentable que, en algunos casos, rayará en la esquizofrenia. En los últimos diez días he realizado ese ejercicio un poco por profesionalidad (un politólogo ha de saber leer los datos de su alrededor mientras ocurren), y un poco por comprobar hasta dónde puede llegar la estulticia informativa con el tratamiento que los diferentes noticiarios televisivos a mi alcance han dado a todo lo que rodea al vertido de fuel y a sus nocivos efectos en el mar y costa gallegas. Es un ejercicio que, habida cuenta de la tozudez de la climatología y del peligro real de que las cosas vayan a más (si pudiera soplar mar adentro a la mancha daría mi reino), aun puede hacerse desde hoy, aunque más valdria que no, porque habría cesado la pesadilla. En algunos noticiarios, el desastre merece en cada una de las ediciones más de veinte minutos; en algunos casos, casi media hora. Pero lejos de tratarse de informaciones exhaustivas de todo lo que es noticiable, no se le ocurra preguntar si la Administración está haciendo algo frente al desastre porque no les da tiempo a explicarlo. Las reiteradas imágenes de los voluntarios faenando en la costa parecen denunciar que están allí por su cuenta y riesgo, que nadie les guía ni asesora. Los lamentos de pescadores y ciudadanos traducen invariablemente que ninguna administración está tomando cartas serias en el asunto. La crónica de la crítica política parece converger en que la única verdad de todo este asunto es que el PP es culpable. Y, más: cuando acudió el Rey a uno de los lugares del desastre, a pesar de que en las imágenes no podía dejar de verse que le acompañaban, entre otros, Fraga y Rajoy, la narración se empeñaba en destacar que la presencia del Rey era reconfortante mientras que se ignoraba a los otros, y se abusaba de las tomas parciales para que no apareciera alrededor del Rey otra gente que los escoltas o personajes sin relieve. Incluso se vio claramente cómo el comunicado final de la manifestación celebrada en Santiago bajo el lema de Nunca mais era leído otra vez para que coincidiera con el directo de una de las cadenas, mientras una joven periodista se esforzaba en narrar el éxito de la manifestación un poco de oídas, habida cuenta que en la Plaza del Obradoiro, un lleno total no alcanza a más de 10.000 personas, y ni siquiera otras tantas caben en el reducido y contiguo casco viejo de la ciudad (contaron 200.000 manifestantes). Les propongo, pues, que no se pierdan los noticiarios estrella de Tele 5, Canal Sur y EuskalTelebista (todos de sonrojo, y cada uno con su diana puesta), y los comparen con los de Antena 3 (que son, simplemente, pro-gubernamentales y juegan a la contra de los primeros). Maticen ambos con los de TVE (que se esfuerza en ser ecuánime a duras penas, y casi lo consigue en la 2, y en el Canal Internacional), encuentren algo de equilibrios semánticos en TV3 (hoy comprensivos, mañana duros, después neutrales), y acaben valorando los de Canal Plus (más distantes y poco preocupados en echar culpas) como un contrapunto, y después me escriben a la dirección de correo electrónico que les brindo. Seguro que el ejercicio resulta apasionante y el resultado muy ilustrativo y sobre todo patético.

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