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Columna
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Antes que nada

Antes roja que rota. Eso gritaban los fundamentalistas patrios hace años y eso sigue pensando para su coleto, sospecho, más de un conspicuo constitucionalista al que las potencialidades de la Constitución le importan tanto como el nombre del último premio Nobel de Química, los ensayos de Sánchez Ferlosio o la guerra de Angola, cosas todas de poco momento y mínimo interés. Asuntos sin ninguna trascendencia. Eso de que cada español, pongamos, tenga derecho a una vivienda digna ya se sabe que es pura retórica. Buen tema para hacer una de esas películas con parados al sol y vigorosos diálogos que gustan tanto al público y la crítica.

Antes roja que rota. Antes recomponer con la argamasa constitucionalista los muros de la patria (reparar la fachada de la espaciosa casa de la vieja madrastra) que poner un pisito a cada ciudadano. Lo decía el genial Julio Camba cuando se le ofreció un sillón en la Academia: "Yo lo que necesito de verdad es un piso, no me vale un sillón". Se acerca el cumpleaños de la Carta Magna y uno observa con cierto escepticismo el fervorín de algunos. ¿Por qué no reivindican nuestra Constitución durante todo el año y para conseguir otra clase de fines y no el único?

No hay jerarquía eclesiástica que valga, ni cielo prometido, cuando se trata del solar materno

Antes roja que rota. Hay prioridades, turnos, preferencias. Lo primero es lo primero. Antes vascos que curas, dicen los curas vascos sin decirlo. Lo acabamos de ver. La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal condenó la violencia terrorista e hizo un elogio del nacionalismo moderado frente al "nacionalismo totalitario de ETA, que persigue la independencia del País Vasco por todos los medios". No parece tan mala ni tan inasumible la instrucción pastoral. Pero el plan soberanista de Ibarretxe no sale bien parado. Eso parece. Eso les ha debido parecer a los ocho prelados de la tierra que no han querido suscribir el citado documento. No hay jerarquía eclesiástica que valga, ni cielo prometido, cuando se trata del solar materno. El amor a la patria es lo primero, lo que está antes que nada, lo que está antes que todo.

Antes roja que rota, decían los patriotas españoles. Antes vascos que curas, dicen los curas vascos. Antes colegas que adversarios políticos, dicen los diputados italianos que estos días asisten a la condena judicial de Andreotti. El provecto y taimado ex primer ministro italiano, consejero de cinco papas, siete veces al frente de otros tantos gobiernos democristianos, ha sido condenado a 24 años de prisión por ordenar la muerte de un periodista en 1979. El hombre que hizo bueno a Berlusconi, no obstante, evadirá la cárcel gracias a su condición de senador vitalicio y, según dicen, a la influencia en las altas esferas celestiales de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Unicamente un tipo contumaz y decidido como don Baltasar Garzón podría ensombrecer los años últimos de este gran "pecador moderado", tan moderadamente mentiroso. Pero don Baltasar no está para muchos dibujos judiciales. También el superjuez, antes que nada, es un simple mortal.

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