_
_
_
_
VISTO Y OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Nostalgia de Aimar

Aquel cínico inolvidable que retrató Budd Schulberg en su novela Más dura será la caída se metió en el cuerpo de Humphrey Bogart. Luego alargó su rictus de fumador, clavó su mirada oblicua en algún lugar de la tarima y, como de costumbre, dijo entre dientes la más famosa de sus sentencias.

- Ochenta kilos son todo lo que hace falta para derribar a cualquier hombre.

Ochenta kilos de boxeador eran todo lo que hacía falta para derribar al voluminoso palurdo Toro Moreno, como habían bastado los ochenta y tantos de Clown Max Baer para derribar al campeón de laboratorio Primo Carnera, un forzudo de circo que se aplicaba a las tareas del gimnasio con la indiferencia de un viejo mulo: levantaba las balas de corcho con la disposición mecánica de un repartidor, saltaba a la comba con la gracia de un elefante y golpeaba el saco como quien pega a un fardo de algodón.

Por lo que hemos sabido después, el deporte es una concurrencia de modelos y analogías: así, por ejemplo, sesenta kilos son todo lo que hace falta para burlar a cualquier defensa central. Exactamente los que pesa Pablito Payaso Aimar.

Aunque en el planeta del fútbol, como en el ring, sobrepeso equivale a peso muerto, los entrenadores tienen una irremediable obsesión por el tonelaje. Prefieren burro grande, ande o no ande. Por eso se rodean de paquidermos que sólo saben resolver los problemas a trompazos. Pocos reconocen la supremacía del nervio sobre el músculo y muy pocos valoran en su justa medida los inconvenientes de la altura y la robustez. Nadie previene la dura caída de los gigantes.

Cuando Pablo llegó del River, algunos volvieron la cabeza para murmurar. Allí había alternado con Saviola, otro veloz animalito de área a quien los hinchas apodaban El Conejo por sus movimientos de roedor. ¿Valdrían para la competida Liga española? ¿Tendrían futuro ante gente como Hierro, Puyol o Naybet? Los fanáticos de la báscula seguían fascinados con el tamaño. En la duda, siempre preferirían a Martín Palermo y a otros potentes dinosaurios de última generación.

Hoy, Pablo es la respuesta y el contrapunto. Interpreta los códigos del juego con un raro sentido musical, pisa con un mismo cuidado el césped y la pelota y sólo se permite esa forma de violencia que llamamos rapidez. Recorre el campo con una mezcla de agilidad, agudeza y elegancia que hace pensar indistintamente en los pájaros, las avispas y las libélulas.

Mientras otros se valen de su blindaje para prosperar, él, armado de sus plumas de jilguero, esquiva los troncos, vadea las corrientes, hace crujir los maderos y sólo aterriza para picotear. Sopla, ventila y oxigena.

Es al fútbol y a su equipo lo que el aire es al vuelo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_