Benaoján, en la encrucijada
Por su floreciente actividad chacinera Benaoján, enclavado en las últimas estribaciones de la Bética, llamó la atención como primer foco industrial, tierras adentro, de la provincia. Los chorizos, morcillas y otros embutidos que llevaban su etiqueta de origen ocupaban lugar preferente en comercios tradicionales y grandes superficies. No era raro que alguna de las fábricas punteras, como la Cooperativa San Marcos, la producción anual alcanzase los 300.000 kilos y las notas de facturación sobrepasaran los 350 millones de pesetas.
Pero la espléndida realidad de un pueblo que fue superando metas, colmando expectativas de trabajo, especialización y superación de la mercadotecnia que el ascenso vertiginoso e imparable era poco menos que un espejismo y el entramado industrial al parecer sufre parada cardiaca y el encefalograma plano amenaza acabar con su existencia. Algo así como morir de éxito. Benaoján vive hoy del esplendor pasado, de las rentas de un prestigio que ha comenzado a tocar fondo.
La industria local se desliza peligrosamente hacia una situación que, sin ser catastrofista, se podía aventurar de extremadamente difícil. Mermaron los clientes, se han cerrado fábricas, se perdieron puestos de trabajo y todo apunta a que el panorama se ensombrezca cada vez más, si no se toman medidas drásticas.
Los datos son elocuentes: de las más de una veintena de fábricas que en las últimas décadas de la pasada centuria lanzaban al mercado elaborados en una frenética actividad, apenas si sobrevive media docena.
En las causas de la recesión se barajan diversos componentes: desde la desunión de los fabricantes a la hora de defender unos productos que dieron renombre al municipio, a la competencia desleal, pasando por la pérdida de calidad. Circunstancia ésta que por fuerza tiene que darse si se abaratan los productos en un pugilato descerebrado que al final se convertirá en un arma arrojadiza que se volverá contra todos.
En años anteriores fueron otros, pero en los más recientes el producto estrella de Benaoján es el lomo en manteca. Prueba evidente de su aceptación en el mercado es que son muy pocos los bares de tapeo en el territorio andaluz que no lo incluyen en su carta de exquisiteces para acompañar con un buen caldo que lo entrevere. Potenciar este producto, unir esfuerzos para su defensa a ultranza, concienciar a empresarios de la necesidad de una asociación que vele por los intereses comunes y cumplir a rajatabla con la normativa sobre la calidad pueden ser las claves para la recuperación. De ella depende la supervivencia de decenas de familias.
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