_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El caso del muerto libre

No veo grandes ensayos, artículos, opiniones o especulaciones acerca de la muerte del etarra Ostoaga, puesto en la calle por la juez Ruth Alonso. Más bien se oculta hacia páginas interiores. Es cierto que la hipótesis más común es la de que haya sido asesinado por aquellos que protestaron ardientemente la aplicación de beneficios legales: una vendetta de sus víctimas, o un despecho de quienes trabajosamente le detuvieron y ahora le ven pasearse. Una tesis que no conviene en el juego de buenos y malos, y que no se debe siquiera aventurar sin correr riesgos. La segunda es la del "ajuste de cuentas": Ostoaga habría salido de la cárcel por servicios prestados a la juez o a los captores, y sus compañeros habrían acabado con el delator.

Más información
La juez Ruth Alonso concede el tercer grado a otros dos presos etarras

Yo tengo otra, que no aclara mucho. Parte de la suposición de que hay una tregua. La suposición se basa en que hace algún tiempo que no hay asesinatos y en el rumor insistente de que durante esta tregua se están realizando conversaciones. No sé con quiénes ni dónde: y alguien puede romper esa tregua con una muerte, como es habitual. Con la ayuda del whisky podría ser una conversación de vascos con vascos, que aprovecharía a Ibarretxe; de socialistas con el Gobierno vasco apoyadas por ETA; de grupos gubernamentales enfrentados con otros propios pero más violentos. El crítico teatral suele saber desde el primer momento quién será el culpable al final del tercer acto; pero en las tramas políticas en las que participan personajes duchos, como agentes secretos, a veces dobles; curas, guardias civiles y policías, jueces, políticos y oradores y editoriales con vehemencia personal en defensa de lo suyo, no es tan fácil de profetizar el final. A veces con estas cosas no se sabe nunca, y hay huecos sin llenar en la historia (¿quién mató a Kennedy? ¿Quién al conde de Haro?). Para mí lo importante es que hubiera tregua real, conversaciones reales, que no haya un muerto más.

Por eso me convendría aceptar la tesis oficial del suicidio. Simplemente, no puedo. No es que no sea sana: un dictamen de suicidio no acusa a ETA ni a la venganza españolista: si no hay culpables, más que la propia víctima, las conversaciones y la tregua pueden seguir. ¡Si es que existen! No me es fácil entender que un hombre que ha estado luchando legalmente para que se le aplicasen los beneficios penitenciarios y salir a la calle se vaya a suicidar después de conseguirlo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_