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Blair: "Los días de huelgas sin sentido se han acabado"

El 'premier' británico advierte que su laborismo no es el de los setenta

Tony Blair saltó ayer a la arena aun a riesgo de acabar sufriendo una cogida. El primer ministro británico entró de lleno en el conflicto de los bomberos para advertirles, por un lado, de que "los días de huelgas sin sentido se han acabado" y, por otro, insinuar que estaría dispuesto a dar su bendición a cualquier acuerdo económico, por disparatado que sea, siempre que conlleve la reforma de las condiciones laborales. Eso es exactamente lo que quiere hacer con las cuestiones que de verdad le preocupan: la sanidad y la enseñanza.

A pesar del fantasma de la crisis, el Reino Unido tiene dinero. Pero el Nuevo Laborismo no parece dispuesto a repartirlo gratis. Los incrementos salariales son la zanahoria con los que el Gobierno quiere atraer a los sindicatos para reformar el sector público. Por eso, la huelga de los bomberos, que empezaron el viernes una segunda fase de paros (que durarán hasta el sábado), tiene una importancia política. Por eso, Blair ha decidido intervenir, corriendo el doble riesgo de parecer que media en un Gobierno dividido entre los halcones del canciller del Exchequer (ministro de Hacienda), Gordon Brown, y las palomas del más sindicalista viceprimer ministro John Prescot, y de acabar provocando, además, lo que más dice que quiere evitar: la politización de la huelga.

"Esto es una disputa laboral en el año 2002", clamó Blair ayer durante una rueda de prensa televisada en directo y convocada con el único objetivo de aumentar el eco del desembarco del primer ministro en el conflicto. "No estamos en 1977 ni en 1984. Los días de las huelgas sin sentido se han acabado", añadió más tarde, en referencia al invierno del descontento que acabó derribando al Gobierno laborista de James Calagham y al pulso de los mineros con la entonces primera ministra Margaret Thatcher, de donde labró su sobrenombre de dama de hierro. "Éste es un Gobierno laborista muy diferente", advirtió Blair. "Si vamos atrás sería un desastre económico". "No podemos hacer eso. No queremos y no podemos".

El gran objetivo

Lejos de lanzarse a una guerra de destrucción contra los sindicatos británicos, lo que busca Blair es un triunfo simbólico que le abra las puertas de la reforma en el sector público, su gran objetivo. Pero para ganar necesita el apoyo de una opinión que sigue teniendo el corazón confusamente partido entre su amor a los bomberos y el sentido común. El primer ministro divulgó ayer algunas cifras para amedrentar a ese público indeciso: el aumento que piden los bomberos costaría el equivalente a 6.300 millones de euros si se extendiera a todos los funcionarios de los ayuntamientos y otros 25.000 si se aplicara a todo el sector público. La presión fiscal tendría que incrementarse en un 30%, advirtió.

"Los bomberos dicen que son un caso especial. Pero, ¿acaso las enfermeras no son también un caso especial? Trabajan muy duro y ganan mucho menos", espetó Blair rozando la demagogia. Pero el ejemplo no era inocente. Las enfermeras son otro colectivo considerado mártir por los británicos y seguramente con más razón que los bomberos. Éstos tienen en general dos empleos, una anomalía que algunos justifican por sus bajos salarios (33.000 euros al año) y otros denuncian como un privilegio fruto de su cerrada organización del trabajo que les permite descansar cuatro días después de cuatro jornadas y tener horarios de 12 horas que les permiten dormir y acudir así descansados al segundo empleo, salvo en noches agiatadas. Blair quiere acabar con ese sistema, obligar a los bomberos a realizar cursillos de cuidados paramédicos, compartir los centros de control con otros servicios, flexibilizar los horarios, etcétera. Si los bomberos aceptan, tendrán dinero a cambio. No el 40% que piden, pero sí el 16% en dos o tres años, como insinuó la semana pasada Prescott. A pesar de la agresividad desplegada de ayer, Blair no parece buscar un conflicto de desgaste. Con la economía a medio gas, un largo conflicto con el sector público no es la mejor medicina para atraer inversiones. Y con la guerra con Irak a la vuelta de la esquina no parece lógico que casi 20.000 de los 190.000 soldados británicos se dediquen a apagar fuegos.

Militares británicos portan una mangera durante la extinción de un fuego.
Militares británicos portan una mangera durante la extinción de un fuego.AP

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