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Columna
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Extremos

Con bastante frecuencia hablamos u oímos hablar de una Sevilla adormecida en un letargo eterno y razón ha de haber para ello; pero también es verdad, aunque se nombre menos, que va surgiendo otra despabilada. Como aquí no tenemos término medio, una vez terminada la jornada de trabajo, hay razones suficientes para volver a casa cada día de la semana ya entrada la noche y no sólo por copas o por fiestas, que no es nada nuevo, sino también por temas y novedades interesantes: desde mediados de septiembre se han ido sucediendo las actividades culturales a tal ritmo que han llegado a acumularse varias en el mismo día y a la misma hora.

Claro que cada razón tiene su momento y su público, como en todos lados. Los momentos suelen depender del clima: ni en primavera abundan las conferencias ni en invierno las terrazas. El público en cambio está más relacionado con el tema, ya sea de ciencias o de letras, de diferentes tipos de música o de arte, aficionados al cine, al teatro, a las tertulias, a los bares o al deporte; grupos pendientes de otros grupos o de otros mil temas de ocio o de trabajo, más o menos importantes.

Más conflictivo me parece el caso de personas que también pueden vivir sin buscar ni andar detrás de nada, dejándose arrastrar por los caminos del tiempo, esperando no se sabe qué, si el momento de poder volver los pasos hacia atrás, hacia el pasado, o el Santo advenimiento. Otras veces es un modo de no esperar nada de nada; de pura desesperanza. Y no es cosa de letargo sino de carencias.

En cualquier caso, y como incluso la actividad acaba siendo cotidiana, nunca viene mal una sorpresa, una novedad que rompa la rutina, zarandee un poco los cimientos y haga reaccionar. Para eso nos sirve en esta ciudad el teatro Central, con el inconveniente de que la programación lleva tal velocidad de fechas que, entre tanta oferta y tan a la mano -porque el centro siempre parece más cerca- apenas hay tiempo de acordarse de ella. Y aunque una se acuerde, con un poco de mala suerte se pierde la oportunidad. Desde luego no se trata de la Sevilla adormecida sino de la del otro extremo.

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