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EL DEFENSOR DEL LECTOR
Columna
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Aunque sean terroristas

La batalla contra el lenguaje terrorista ha sido larga en la prensa de nuestro país y no está ganada definitivamente. Sonroja leer ahora informaciones publicadas en los años setenta y principios de los ochenta cuando se hablaba de "acciones armadas" para referirse a un asesinato, por poner sólo un ejemplo de prostitución del lenguaje. Sonroja que buena parte de la prensa internacional siga refiriéndose a ETA como "grupo independentista vasco".

Pero el hastío y el rechazo que el terrorismo provoca induce, en ocasiones, a descuidar normas fundamentales de respeto a los principios jurídicos que configuran la convivencia democrática; justamente los que los terroristas desean arrumbar, a la vez que claman para que se los apliquen.

El miércoles pasado se supo que el etarra Urtzi Murueta estaba hospitalizado en Francia después de resultar gravemente herido cuando manipulaba un artefacto explosivo.

La información se refería a este individuo como "supuestamente implicado en el asesinato del juez José María Lidón" y en otro momento se hablaba de que "Murueta es sospechoso de haber participado en el asesinato...." del magistrado.

Por fin, se añadía que otro detenido por la Ertzaintza había declarado que pasó a Murueta información sobre las costumbres del juez, tras haberlo vigilado.

Jaime Trepat, desde Valldemossa (Mallorca), ha escrito al Defensor para quejarse de que el titular de la información fuese: "Un implicado en el asesinato del juez Lidón pierde una mano al explotarle un detonador".

Razona el lector que la noticia sólo habla de sospechas y que no se ha abierto ningún procedimiento judicial contra el etarra por aquel asesinato.

En alguna ocasión el Defensor ha escuchado reproches, por parte de algún lector, en el sentido de que el periódico es excesivamente timorato al informar sobre terrorismo, salpicando de presuntos y supuestos los textos que, en su opinión, deberían orillar lo que consideran remilgos jurídicos para hablar de esos asuntos.

El Defensor no comparte esta postura y cree, como no puede ser de otro modo, que, por mucha que sea la repugnancia que nos causen, hay que mantener el rigor que, en estos asuntos, afecta a derechos fundamentales de las personas.

En el caso del etarra herido en Francia no hay nada que apoye el hablar directamente de "implicado" y hubiese sido más correcto escribir, simplemente, sospechoso, según el contenido de la información. Hasta ahora es un sospechoso para la policía. Puede presumirse que acabe implicado, pero el periódico no debe dar el salto por su cuenta y colocarlo en una situación procesal en la que, al menos todavía, no se encuentra.

El Libro de estilo extrema el cuidado en este terreno y pide que ni siquiera se califique como "presunto" a nadie que no esté inmerso en un procedimiento judicial. Mientras eso no ocurra debe hablarse de "supuesto", para evitar la connotación jurídica negativa que arrastra la presunción de culpabilidad.

El día a día de la información hace difícil mantener lo que para algunos no es más que un lenguaje innecesariamente garantista. Sin embargo, ese uso refuerza moralmente las posiciones de rechazo frontal del terrorismo que, a estas alturas, casi nadie deja de sostener.

En este terreno del lenguaje en torno al terrorismo, Salvador Palomo, desde Málaga, ha escrito al Defensor, extrañado porque se escriba comando, así, en cursiva, para hablar de cualquier grupo que lleve a cabo una acción terrorista.Éste es, sin embargo, un caso claro de reacción ante una utilización espuria del lenguaje. El Libro de estilo exige que se escriba en cursiva cuando estemos ante una apropiación intolerable del lenguaje militar por parte de grupos terroristas.

Leña al mono...

Leña al mono, hasta que hable inglés. Éste parece ser el empeño de muchas informaciones en las que se cuelan anglicismos abundantes e innecesarios.

Ángel Zaragoza es un profesor que, desde Barcelona, reclama de cuando en cuando que se eviten estos atropellos contra el español. Él maneja el inglés como lengua de trabajo, pero le irrita, muy justamente, la contaminación que provoca en el castellano.

En su última carta el profesor Zaragoza denuncia que en un texto sobre los programas de una cadena de televisión se escribiese late night y supone que se refería a programas de madrugada; prime time, para hablar de horario de máxima audiencia; share, cuando pudo escribirse cuota de pantalla, o de audiencia y así sucesivamente.

En una información sobre tarifas aéreas del suplemento Negocios encontró hasta diez veces la expresión business class, en lugar de "clase preferente", "preferente" u otras de las que utilizan, aunque no siempre, las compañías aéreas españolas. El lector denuncia, muy atinadamente, que esta corrupción del lenguaje chirría más en este periódico, editado por un grupo con vocación de liderazgo en Iberoamérica.

Al margen de anglicismos, pero como muestra de atropellos que sufre el lenguaje en el periódico, Pedro Martín ha protestado porque el domingo pasado pudo leer, en la página 48, "Lleyton Hewitt no se andó por las ramas". Por las ramas tiene derecho a subirse el lector ante el asesinato del elemental "anduvo" que debió escribirse.

Juan Ribó leyó el pasado día 14, en primera página, que habían muerto tres mujeres "al desplomarse sendas grúas", por lo que pensó que eran tres los artefactos que habían caído. Sólo pudo salir del error, provocado por el periódico, cuando en la información interior leyó que "tres personas fallecieron al desplomarse dos grúas sobre sendos edificios".

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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