Mano negra, clandestino
La mañana del 31 de octubre paseando por las calles de mi ciudad, Jaén, he sido testigo de un bochornoso espectáculo, me encontraba acompañando a mi tía por la calle San Clemente y se notaba mucho revuelo, ya que se encontraba estacionado un coche de la Policía Local justo delante del convento de San Clemente, ocurría lo mismo de siempre, unos policías pidiendo los papeles a unos mantas, nuestro común show callejero al que ya estamos demasiado acostumbrados, decidimos entrar a la capilla de San Clemente aunque con algo de dificultad ya que un policía se encontraba justo en una de las puertas impidiendo el paso. Nada más entrar me di cuenta de que el show no estaba sólo en la calle, en un rincón se encontraba de pie otro policía hablando con un africano que se encontraba sentado en el suelo. ¿Hablando?, Aunque mejor decir, intimidando, a una persona que se había refugiado en una iglesia para defender sus pertenencias, al momento el policía que se encontraba en la puerta se les ha acercado y ha sido cuando ha comenzado todo, los policías lo han cogido por los brazos para intentar sacarlo a la calle, como a los perros, él se ha aferrado a su bolsa, diciéndoles que "no le podían hacer eso, que era su trabajo, que él no hace mal a nadie, sólo su trabajo", él único que todos nosotros le dejamos que haga para que pueda sobrevivir, yo me he sentido muy violenta al ser testigo de primera mano de tal actuación policial, les he gritado que "me parecía bochornoso e increíble lo que estaban haciendo, que estaban en una iglesia, que eso no lo podían hacer", pero nadie me respondía, era como si no existiera, les he gritado que "cómo era posible que nadie dijera nada, que se opusieran a tal injusticia", y sólo unas cuantas señoras y una niña me han dicho que "ellas tampoco entendían lo que estaba pasando". Una vez en la calle le han quitado su preciada bolsa y la han metido en el coche de policía, él, totalmente indefenso, sólo gritaba que "no le podían hacer eso, que él no roba, que no hace nada malo". Ante tal expectación han acudido otros de sus compañeros que lo han intentado calmar, yo seguía flipada porque todos estábamos allí, mirando, expectantes, ha sido cuando ya me he dado cuenta de que había nada más y nada menos que tres policías locales, y según mi tía unos cuantos más, increíble, menudo despliegue policial, menuda actuación policial, menuda operación quita bolsas. Cada vez acudían más espectadores por lo que mi tía me ha dicho que nos fuéramos, que no quería seguir viendo aquello, yo ya sin saber qué hacer para que escucharan mi denuncia de tal injusticia me he acercado a uno de los policías que estaba custodiando las preciadas bolsas y le he preguntado el por qué de todo aquello, éste lo único que me ha dicho es que si me parecía aquello tan injusto que me lo llevase un día a mi casa a comer, a lo que le he contestado que por supuesto, pero ha sido al alejarme de allí cuando me he comprendido el sarcasmo y del cinismo de sus palabras, ¡pero bueno¡, ¿de quién estamos hablando? ¿De un pobre animal abandonado? Me he puesto todavía más colérica y me he arrepentido de no hacer nada por frenar una injusticia, de no saber cómo actuar para ayudar a otra persona que pedía ayuda a gritos.-
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