Una escalera para subir al Yelmo
Esta vieja y empinada vereda que parte del Tranco es una alternativa a las rutas masificadas de la Pedriza
Una curiosa estadística recogida por Constancio Bernaldo de Quirós en su guía de la Pedriza de 1923 señalaba que, entre el 4 de junio de 1916 y finales de julio de 1919, habían dejado su tarjeta en el buzón del Yelmo 313 individuos, entre ellos 30 mujeres, dos niños y 'un anciano de 70'. O sea, ni cien al año.
Hoy, no hay buzón en la cumbre ni costumbre de ir por el monte repartiendo tarjetas de visita, pero existe otra curiosa estadística que dice que más de 400.000 personas visitan todos los años la Pedriza. Buena parte de ellas -más de cien al día, seguro- sube en procesión al Yelmo siguiendo las rutas trilladas que parten de Canto Cochino.
Para revivir los días en que la Pedriza era un lugar relativamente tranquilo y uno podía subir al Yelmo sin fundirse con la masa, hay que volver a los viejos caminos, anteriores, como mínimo, a la carretera de Canto Cochino. Uno de ellos es la senda que antaño seguían los carboneros de Manzanares en su diario trajinar por la ladera suroccidental del macizo. Así, como senda de los Carboneros, figura en un mapa trazado en 1931 por el geógrafo Hernández-Pacheco. Pero debe de ser mucho más antigua, pues ya en esa época la Pedriza era un mondo roquedal donde a duras penas podían hallarse robles y encinas con los que fabricar carbón vegetal.
El mirador del Tranco, desde el que se divisa el castillo de Manzanares, huele a jara y a romero
Perdió la senda a sus carboneros. Perdió su cortejo boscoso, aún hoy reducido a jarales. Perdió, incluso, el recuerdo exacto de su viejo nombre: ahora le dicen la senda de las Carboneras o la senda Carbonera, a secas. Pero no ha perdido, a pesar de los años y del poco uso que se hace de ella, la nitidez de su trazado.
Es una senda, pues, antigua, clara y solitaria que, encima, resulta ser la más directa de cuantas trepan al Yelmo. En sólo tres kilómetros, salva los 600 metros de altura que separan el Tranco de la famosa peña. Tan fuerte sube, que más que una senda es una escalera, con sólo tres descansillos para pararse a tomar aire y contemplar el panorama.
De forma premonitoria, nuestra andadura comienza subiendo la escalera que bordea por la derecha el merendero Casa Julián, junto al aparcamiento del Tranco, para seguir a partir de aquí zigzagueando peñas arriba, como por peldaños diseñados para gigantes, sin perder de vista las marcas de pintura blanca y amarilla que señalizan la senda de los Carboneros.
Así, hasta llegar en media hora al primer descansillo, el mirador del Tranco, donde nos tomamos un respiro que huele a jara, a romero y a cantueso, y dejamos ir la mirada, hasta ahora en el suelo clavada, desde el castillo de Manzanares hasta Madrid, pasando por el embalse de Santillana.
A una hora del inicio, alcanzamos el segundo rellano: la Gran Cañada, una alargada pradera, de más de un kilómetro, que calificaríamos de majestuosa si ese adjetivo no estuviera reservado para la peña del Yelmo, ante la cual nos plantamos tras otra hora de fatigosa ascensión. 'Cubriendo una superficie de un hectómetro cuadrado -escribió Bernaldo de Quirós-, se levanta 175 metros sobre su base por el sur y 95 por el norte. La última de estas cifras es exactamente la elevación máxima del monasterio del Escorial, desde la lonja hasta la cruz del cimborrio'. La comparación entre estas dos moles, ambas monumentales y ambas de granito, es asequible y duradera.
En la praderita que hay al pie del Yelmo -tercer descansillo-, se reúne, procedente en su mayoría de Canto Cochino, un público tan numeroso como variopinto: escaladores, senderistas bien equipados y domingueros en bambas que no dejan de parlotear por el móvil. Nos gustaría poder decir que el placer de coronar el peñón sólo les toca a los dos primeros grupos, pero existe un estrecho canal en su cara noreste que lo pone al alcance de cualquiera que no gaste talla especial. Ya el montañero García Bellido, coetáneo de Bernaldo de Quirós, decía de este paso: 'Es un poco más accidentado que el paseo de Recoletos'. Otra comparación asequible y duradera.
Guías y paseos gratuitos
- Dónde. Manzanares el Real dista 53 kilómetros de Madrid y está bien comunicado por la autovía de Colmenar (M-607), tomando por la carretera M-609 pasado el kilómetro 35 y luego por la M-608 a la izquierda. Desde Manzanares, hay que continuar en coche otros tres kilómetros por la carretera del Tranco -siguiendo los letreros hacia el restaurante El Yelmo-, para echarse a andar desde el aparcamiento habilitado al final del asfalto. Hay autobuses hasta Manzanares (teléfono 91 359 81 09) desde la plaza de Castilla. - Cuándo. Ruta de cuatro horas de duración -siete kilómetros, ida y vuelta por el mismo camino- y 750 metros de desnivel -incluida la ascensión a la cumbre del Yelmo-, con una dificultad media-alta, sólo recomendable para las épocas menos calurosas del año. - Quién. El Centro de Educación Ambiental del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares (teléfono 91 853 99 78) proporciona guías sobre ésta y otras rutas en la Pedriza y organiza excursiones gratuitas con monitor. Está a dos kilómetros de Manzanares, camino de Canto Cochino, y abre todos los días de 10.00 a 18.00 horas. - Y qué más. Cartografía: mapa La Pedriza del Manzanares, a escala 1:25.000, de La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38; teléfono 91 534 32 57).
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