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Columna
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Organizar el odio

'La organización intelectual de los odios políticos', denunciada a la altura de 1927 por Julien Blenda en su panfleto La trahison des clercs como una característica fundamental del siglo XX, sigue siendo una de las tareas más relevantes del nuevo siglo que acabamos de empezar con los atentados del 11 de septiembre y la guerra de Afganistán, tiene una de sus expresiones en el choque de civilizaciones o en figuras retóricas como la del 'eje del mal' y ofrece la imagen del presidente George W. Bush en sala de mapas a título de Commander in Chef. La organización de los odios políticos tiene una larga tradición y se impone reconocer que es una siembra unida a la aparición de las ideologías nacionalistas y de las ideologías de clase. Lo que sucede es que ahora se nos convoca a la asunción de esos odios de manera cada vez más perentoria e insistente. Al servicio de ese propósito se ha desplegado una pedagogía social promovida de modo constante por técnicas actualizadas para vencer las inercias e instalar en los ciudadanos la docilidad propia de los animales de compañía. Los efectos de este proceder son sumamente entristecedores, según puede verse, porque, como decía José María de Areilza, no hay mayor síntoma de sumisión que adoptar como propios los odios ajenos.

Dejemos el tercer grado de abstracción y a propósito de los odios volvamos la vista al momento político que vive el Partido Popular, enrabietado, según parece, hasta la ceguera por el favor que las encuestas ofrecen en estos momentos a José Luis Rodríguez Zapatero y al partido socialista, erigido en alternativa de Gobierno. ¿Tan mal están los sondeos como para que el PP proclame de nuevo el todo vale de los años noventa? ¿Cómo es que incluso Jaime Mayor Oreja, ese prodigio inalterable de la buena educación, se lanza a la más severa descalificación del PSOE y le deja en la antesala de su equiparación a la horda roja y disgregadora de España? El caso es que a partir de una cierta temperatura ambiente, en nuestro país hay dudas de si el empeño principal es el de la organización intelectual de los odios políticos, o si más bien se pretende la organización política de los odios intelectuales, que además tienen una tradición secular de alcanzar el grado máximo, el del odio teológico, insatisfecho con la derrota del adversario y afanado en la aniquilación del enemigo tras dibujarlo como el anti-Cristo o la anti-España.

Veníamos de la Santa Transición, ganada con el recurso al consenso, a la negociación, a la concordia, a la renuncia de los maximalismos, renuncia impulsada por el escarmiento tras el desastre de la guerra, en el que parecían coincidir unánimes los ex combatientes enfrentados 40 años antes en la Guerra Civil como el general Manuel Gutiérrez Mellado o Líster. Un ejemplo bien cercano, el de Portugal, donde los militares educados en la adhesión al régimen salazarista habían roto sus compromisos para alzarse en la Revolución del 25 de Abril y acabar con el sistema, sirvió de fulminante para que el sector franquista que tanteaba la apertura comprendiera que sólo si avanzaba decidido por la senda de la reforma podría conjurar el peligro inminente de ser arrastrado por una ruptura como la lusitana, de la que podrían sobrevenirles incontables padecimientos.

Pudo haber algún exceso en la ingesta de la dieta de consenso, pudo superarse ese santo temor de volver a las andadas, y a partir de ahí empezó a recuperarse el gusto por la derecha de siempre frente al centrismo progresista que había sido además inductor de tantas moderaciones de la izquierda. El hecho es que los irredentos, también llamados críticos de UCD, liquidaron a Adolfo Suárez para intentar con la Alianza Popular de Manuel Fraga lo que llamaron 'mayoría natural', que enseguida, a partir de 1981, dio la cara como 'minoría irremediable'. A la hora de las urnas las papeletas de los privilegiados tenían que ser menos que las de los de a pie. En la derecha de siempre, cansada por los años de simulación centrista, se regresó a creencias inviables. Alianza Popular se confirmó como un propósito imposible y tuvo que volver a vestirse de centro en 1993 hasta lograr los resultados electorales de 1996 y 2000. Ensimismados y exclusivistas, se entregan a la organización de los odios y los antagonismos, olvidando que el éxito de la Constitución reside en que sea compartida. Así sólo se prepara la derrota.

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