De penalti y jugando contra diez
Riquelme dio la victoria al Barça sobre el Villarreal en un partido mal planteado y peor jugado
A la espera de empresas mayores, como viajar el sábado a Riazor y recibir después al Madrid, el Barcelona se sacó anoche de encima un partido de aquellos en los que acostumbra a tropezar, enredado en sus propias cábalas y cuitas, superado y desinflado no se sabe muy bien por qué ni por quien. Al rescate del equipo, más mal parido y hueco que nunca, acudió Saviola, que de paso avivó un partido muerto, presidido por la impotencia de Riquelme, quien al menos encontró consuelo a su trabajo en la transformación del penalti. No pudo ganar el Barça de otra forma. Ni aun jugando contra diez, tuvieron los azulgrana un momento de respiro. El Villarreal poco dijo, aunque se quedó mirando al árbitro, que en caso de duda siempre pitó a favor del equipo de casa, que así es como uno va haciendo camino.
BARCELONA 1| VILLARREAL 0
Barcelona: Bonano; Gabri, Puyol, Frank de Boer, Navarro; Mendieta (Saviola, m. 64), Xavi, Cocu (Reiziger, m. 85), Motta (Overmars, m. 60); Riquelme; y Kluivert. Villarreal: Reina; Belleti, Ballesteros, Unai, Arruabarrena; Guayre (Aranda, m. 74), Senna, Josico (Quique Medina, m. 68), Jorge López (Berruet, m. 60); Víctor y Palermo. Gol: 1-0. M. 74. Riquelme transforma un penalti de Arruabarrena a Saviola, habilitado por Kluivert. Árbitro: Puentes Leira. Expulsó a Unai por doble amonestación (m. 55) y mostró la tarjeta amarilla a Calleja, Senna, Kluivert y Gabri. Camp Nou: 66.000 espectadores. El estadio guardó un minuto de silencio por la muerte de Fifo Navarro, ex jugador del Barça y el Madrid.
A Van Gaal le ha dado ahora por coger la play-station y a cada partido monta una alineación diferente. La de ayer no tenía pies ni cabeza o, cuanto menos, no guardaba relación con la cultura futbolística azulgrana. No hay manera de que el técnico complete un equipo a gusto de aficionados y jugadores. No es que tenga la obligación. Ocurre, sin embargo, que al abrigo del Camp Nou se sopone que hay cosas prohibidas, como enfrentar a cualquier rival con sólo medio delantero, como es Kluivert, inimitable jugando de espaldas a la portería y aborrecible a la que enfrenta al meta.
Víctima de un ataque de centrocampismo, el entrenador prescindió de un segundo punta (Saviola) y de un extremo (Overmars) para desdicha de Riquelme, exigido de mala manera. El argentino se encontró perdido en cancha ajena, con toda la tropa soplándole el cogote y Kluivert invitándole a tirar paredes. Mal asunto para Riquelme, quien, a falta de entrejuego, de ritmo, tuvo al menos la decencida de buscar unas cuantas faltas ante el balcón del área. Por allí desfilaron todos los fusileros del equipo (Riquelme, Xavi, Mendieta, Frank de Boer), y uno tras otro se vencieron fente a Reina, que pareció más espabilado que nunca en su regreso al estadio barcelonista.
Alineado el Barcelona entero por detrás de la pelota, el Villarreal se manejó con suficiencia, sin apuros e incluso con cierto atrevimiento. El árbitro, sin embargo, le cortó el paso a la que cruzó la media cancha, sobre todo en una internada de Víctor que Puyol aborto de mala manera en el área, una acción que pareció punible, mucho más que una caída de Palermo ante Bonano.
Las faltas , sin embargo, acabaron minando al Villarreal, obligado a afrontar la última media hora con un futbolista menos por la expulsión de Unai. El paisaje del encuentro invitaba al Barcelona a dar por fin un pase al frente, y Van Gaal acabó por rescatar a Overmars y Saviola. Más que fútbol, el equipo ganó autoridad ofensiva y acabó al menos con el dolor de cabeza de la hinchada. Había al menos la esperanza de que moviendo el árbol, ni que fuera por insistencia, algo acabaría por caer. Y así fue como Kluivert, posicionado como segundo delantero, conectó con Saviola, perfilado como ariete, y forzó un penalti que Riquelme transformó con una sangre fría sobrecogedora.
Ni con un tanto más y el Villarreal con un jugador menos, pudo atrapar el Barcelona un final cómodo. La tensión era tal que hasta Van Gaal no se enteró que Puyol, lesionado, le había pedido el cambio y retiró a Cocu. Había que aguantar como fuera, y nadie como el recién renovado zaguero internacional para poner a salvo el portal propio en un partido que sólo admitía la victoria.
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