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Columna
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Trasvase

Es evidente que el Plan Hidrológico Nacional se ha convertido en el principal argumento electoral del PP. Y no porque el 95% de los valencianos esté a favor del trasvase, como ha afirmado estos días el consejero de Medio Ambiente, Fernando Modrego, sino porque éste es el talón de Aquiles del PSPV. El líder de los socialistas valencianos, Joan Ignasi Pla, ha ovillado tanta confusión al respecto con su discurso, y ha administrado con tan escasa fortuna sus presencias, que hoy al PP, no siendo así, le resulta muy fácil echarlo a los leones como si fuera el principal enemigo del trasvase traicionando con su subordinación a Pasqual Maragall los intereses de los valencianos. El PP ha encontrado un filón en las vacilaciones de Pla para diluir con el agua del Ebro la euforia de la plaza de toros de Vistalegre, así como los entusiamos demoscópicos que se han derivado hacia la periferia. Salta a la vista que ésa va a ser la principal munición del PP, y no precisamente la gestión realizada. Y que aportará toda la leña necesaria para acentuar las contradicciones de Pla y para que el PSPV se achicharre en esa hoguera visceral. En ese sentido, el movimiento de Cierval, la organización de empresarios, no es gratuito ni espontáneo. Es plausible que los empresarios se movilicen por el trasvase del Ebro en nombre de los puestos de trabajo que pueden desaparecer en la agricultura, pero es sangrante que no lo hicieran antes con idéntico motivo por la situación de envenenamiento que atraviesa el río Segura desde hace años, o por la pérdida de caudal y degradación de la calidad del agua del río Júcar, o por la terrible situación de L'Albufera. Aunque no es menos cierto que esos mismos puestos de trabajo están condenados porque dependen de un modelo agrícola en regresión que no es rentable ni competitivo, y cuyo dato más escalofriante es que consume el 80% de los recursos hídricos de la Comunidad Valenciana y sólo aporta el 3% al Producto Interior Bruto. Vincular al trasvase la supervivencia de ese modelo obsoleto de agricultura, con una mayoría de trabajadores al borde de la jubilación, es tan perverso como decir que sin él vamos hacia un colapso social, económico y ecológico. Y el PP y Cierval están ahí.

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