'La literatura nunca puede ser realista'
Thomas Hettche (Treis, 1964) es un escritor posmoderno que escribe intriga judicial. Un autor que busca en sus novelas 'aprender más sobre la manera en que vivimos con el cuerpo, con la muerte y el sexo'. El caso Arbogast, su última novela, está basado en un hecho real.
PREGUNTA. ¿Qué le movió a escribir una novela sobre un error judicial de los años cincuenta y sesenta?
RESPUESTA. El punto de partida no fue el error judicial, sino el secreto de un amor, que para mí está en el centro de la novela. Lo primero que leí de este caso fue el informe de la autopsia de la joven mujer que en el libro se llama Marie. Y me imaginé la escena: un hombre recoge a una joven en autoestop, van dando vueltas, es verano y hace calor, se van conociendo, hacen el amor en un prado. Y de repente el hombre tiene un cuerpo muerto en sus manos. Nadie sabe lo que pasó en aquel momento cuando la muerte entró en el amor. ¿Lo sabe el hombre? Esto fue para mí el punto de partida de El caso Arbogast. El segundo punto importante fue esa curiosidad, el hecho de que tanta gente -periodistas, abogados, peritos- intente entender durante quince años qué pasó realmente entre dos amantes en este instante de gran intimidad. ¿Cómo cambia el instante de intimidad? ¿Qué queda de él? Estas preguntas me llevaron a querer contar la historia.
P. ¿Cómo y dónde se documentó para El caso Arbogast?
R. Al escribir, pronto me di cuenta de que la Edad Media es más fácil de inventar que el pasado inmediato, la época de posguerra que fue la juventud de mis padres. Todos los detalles tenían que cuadrar, de modo que no sólo consulté las hemerotecas y me informé sobre el transcurso de este tipo de procesos, sino que estuve en la cárcel en la que mi héroe pasó 14 años. Me hice encerrar en su celda, hablé con un viejo carcelero que lo había conocido. Naturalmente, pasé una temporada en el pueblo en el que transcurrió la historia, recorrí los caminos, una vieja modista me enseñó los trajes que llevan mis personajes, para sentir el roce de la tela, etcétera. Esta fase de documentación es para mí la más bonita, porque uno puede dar rienda suelta a su curiosidad. Todo es importante en esta fase y todo interesa. Hasta qué punto uno consigue luego, al redactar, romper la propia rutina depende de la disposición abierta a la hora de documentarse.
P. ¿No condiciona el trabajo con un material de hechos tan abundante la perspectiva del escritor, no aplasta el impacto del 'hecho inaudito' la novela desde el principio?
R. No, todo lo contrario. En todas mis novelas trabajo con elementos reales. Nox, por ejemplo, mi novela sobre la caída del muro de Berlín en 1989, que se ha publicado también en España, aunque cuenta una historia totalmente surreal, está basada en hechos históricos, en sus detalles cotidianos. Este tipo de acoplamiento regenerativo con lo real me da la seguridad (la esperanza), de que mi imaginación está conectada a la realidad. ¿Por qué? Quiero averiguar algo sobre el mundo cuando escribo. Para mí es un poco como si intentara inventar respuestas plausibles a las preguntas que continuamente formula este mundo extraño.
P. ¿Qué significa para usted como escritor el término 'veracidad' que en Alemania ha vuelto a la discusión literaria?
R. No creo que la literatura pueda ser 'auténtica' y, naturalmente, nunca es 'realista'. Sin embargo, creo que las ficciones tienen el poder de expresar momentáneamente algo cierto sobre el mundo y las personas. Algo que sólo puede ser expresado en imágenes e historias, y que, no obstante, entiende el lector inmediatamente. Son los momentos de la veracidad y sólo por ellos existe la literatura y el arte en general.
P. ¿Cómo es que un autor posmoderno como usted escribe una intriga judicial?
R. ¿No es la intriga judicial el género más metafísico de la literatura? Al fin y al cabo se juzga siempre la realidad misma en un juicio. Se llega a un acuerdo sobre la realidad ocurrida. Y, al final, con el veredicto, las dudas sobre esta realidad deben callar. La manera en que se lleva a cabo esta construcción de la realidad me interesa mucho.
P. Tanto en Nox como en El caso Arbogast retrata usted la sexualidad y el cuerpo de forma muy mórbida. ¿Qué quiere mostrar con eso?
R. Sobreestima la libertad del escritor. No es que uno se busque sus temas por su cuenta. Mis libros son para mí viajes de exploración en los que quiero aprender más sobre la manera en que vivimos con el cuerpo, con la muerte y el sexo. No sabría decir por qué me embarco en este viaje. Pero siempre son vestigios en la piel que despiertan mi interés en una historia, y que hacen que cristalice la historia que quiero contar. Una obsesión, pues, si usted quiere, pero una obsesión que en el fondo compartimos todos los seres humanos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.