La debilidad en la grandeza
La distribución tripartita de la muestra El arte en la Corte de Felipe V ya nos advierte, de entrada, acerca de la magnitud del proyecto, pero también sobre la exhibición especializada en cada una de las salas: la pintura, en el Museo del Prado; las artes decorativas, en el Palacio Real, y la arquitectura y el urbanismo, en la Casa de las Alhajas. Se han reunido para la ocasión 430 piezas, un número ciertamente copioso, aunque la parte numérica del león se la han llevado los planos, cartas, maquetas y diseños arquitectónicos, lo que, conociendo la época, se comprende. Por lo demás, señalemos que el responsable principal de tan vasta urdimbre ha sido José Miguel Morán, profesor de Historia del Arte de la Complutense, auxiliado, entre otros, por Beatriz Blasco y Andrés Úbeda.
EL ARTE EN LA CORTE DE FELIPE V
Casa de las Alhajas (plaza de San Martín, 1). Museo del Prado (paseo del Prado, s/n). Palacio Real (Bailén, s/n). Madrid Hasta el 26 de enero de 2003
Siguiendo la estela de las magnas exposiciones dedicadas a otros monarcas españoles, Carlos V, Felipe II o Carlos III, ésta sobre Felipe V incide en este sistema de revisión histórico-artística de otro periodo del pasado de nuestro país. En este sentido, al margen de que obviamente no todas estas épocas poseen el mismo valor artístico, el patrón expositivo elegido tiene, por decirlo de alguna manera, su debilidad en su grandeza o viceversa; esto es: lo mismo que aporta de positivo la amplitud del panorama abordado, luego lo resta la correspondiente prolijidad del relato, que se vuelve abrumador y, a la postre, impreciso, aunque esto gravite más en relación con el recorrido físico de la muestra que en el catálogo, el cual es, a mi entender, el verdadero objetivo de estas exposiciones.
Con un cambio de dinastía, precedido de una guerra interior, además de internacional, el arte cortesano del dilatado periodo de Felipe V fue necesariamente confuso y desigual. No fue fácil la inserción en España, no digo ya de un gusto foráneo, el francés, sino de una mentalidad y un sistema de administración de las artes tan definido y rígido como lo fue el modelo de Luis XIV, sobre todo, en su etapa declinante. De esta manera, a pesar de los esfuerzos realizados al respecto, hubo yuxtaposición de elementos heteróclitos, cuyo ensamblamiento fracasó o tardó bastante en producirse. En algunos casos, como en la pintura, la discordancia llega a ser mareante, con retales del barroco italiano tardío, con los de ese momento de transición vacilante de la pintura francesa entre el estilo académico rimbombante a lo Luis XIV y un 'nasciturus' rococó, con los no pocos ecos flamencos en estado de disgregación y, en fin, con una paupérrima y deprimente representación de mediocres maestros locales. Con estos mimbres, desde luego, se puede imaginar lo que fue el correspondiente cesto pictórico cortesano. Esto no significa que no hubiera figuras aisladas con talento y algunas obras mayores memorables, lo que ocurre es que, en ningún caso, cabe ligarlas entre sí, porque su sabor es desabrido. Otra cosa es si el visitante a las salas compuestas al efecto en el Museo del Prado -cuyas paredes han sido pintadas muy acertadamente con un bello y adecuado tono azulado- es capaz de abstraerse del conjunto y se concentra en la visión aislada de cuadro por cuadro, salvo en lo que se refiere al muy interesante conjunto dedicado a las historias de Alejandro Magno. Desde esta perspectiva, quizá se aprecie mucho mejor los no pocos momentos de interés y hasta de excelencia artística que nos ofrece la selección.
Por lo demás, aunque subsiste el mismo problema de fondo en cuanto a lo exhibido en la muestra sobre artes decorativas y arquitectura, la naturaleza de estas piezas no produce en el espectador efectos tan desconcertantes como en pintura, lo cual hace que su recorrido sea más confortable e inocuo. Todo lo dicho no resta valor e interés históricos a esta iniciativa. Quizá el auténtico problema es que una exposición no debe confundirse con un libro y, claro, no se justifica a través del correspondiente catálogo, por brillante y completo que éste resulte.
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