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56 víctimas del 'síndrome de la clase turista' demandan en Londres a 28 compañías aéreas

Los afectados acusan a las aerolíneas de no avisar del riesgo de sufrir trombosis en los vuelos

Un grupo de 56 víctimas del llamado síndrome de la clase turista (trombosis venosa profunda) han planteado una demanda colectiva ante el Tribunal Superior de Londres contra 28 compañías aéreas por no prevenirles sobre los supuestos efectos que tuvieron en su salud los viajes largos que hicieron en sus aviones. La reclamación, que aún ha de ser admitida a trámite, podría conducir al pago de indemnizaciones millonarias. Las compañías (entre ellas, British Airways, American Airlines y KLM) sostienen que las trombosis se debieron a las patologías previas que sufrían los afectados.

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El síndrome de la clase turista se debe, según diversos estudios médicos, a la deshidratación por la sequedad del ambiente del avión, a la bajada de presión que se da en las aeronaves cuando ascienden y, sobre todo, a la inmovilidad en vuelos largos . La forma más leve de la dolencia es una trombosis venosa profunda. Esta obstrucción de las venas suele producirse en las piernas, y puede pasar inadvertida o provocar inflamación, dolor y calentamiento. Si el trombo se desplaza y llega a los pulmones, el síndrome adquiere más gravedad. Entonces puede provocar una embolia pulmonar, que se manifiesta por dolor y disnea. En algunos casos puede acarrear la muerte.

Aunque subsistan dudas sobre el alcance del síndrome, las víctimas que han recurrido ala justicia británica se aferran a estas descripciones médicas en sus alegatos. En la primera sesión oral, que se inició ayer, sus abogados interpretaron la dolencia de sus clientes como resultado de un accidente originado en vuelo y reclamaron el derecho a obtener una indemnización. 'Todas las víctimas sufrieron daños mientras estaban bajo el cuidado de las aerolíneas demandadas. Los síntomas aparecieron durante el vuelo o inmediatamente después. El daño e incluso la muerte fueron el resultado de volar con estas compañías', declaró Stuart Cakebread, uno de los abogados demandantes.

Las compañías niegan las imputaciones y se acogen al Tratado Internacional de Aviación de 1929, la denominada Convención de Varsovia, que limita el pago de indemnización a los accidentes originados durante el vuelo. En esta línea, las compañías argumentan que el síndrome apareció exclusivamente en personas con patologías previas, lo que excluye el concepto de accidente.

Los abogados de las víctimas, aparte de considerar que este argumento no exime a las compañías de su deber de avisar del riesgo vascular que entrañan los vuelos largos, sostienen que la Convención de Varsovia es susceptible de una interpretación actualizada 'En la era del jumbo, las aerolíneas intentan esconderse detrás de una convención que se redactó en la época de los biplanos', dijo ayer Cakebread.

'Las aerolíneas sabían desde hacía años que los pasajeros se exponen a sufrir dolencias que pueden provocar su muerte', señaló Ruth Christoffersen, madre de una joven que murió a los 28 años como consecuencia de un coágulo en el pulmón tras viajar durante 20 horas desde Australia a Londres.

La polémica del síndrome de la clase turista ha llevado a numerosas compañías a insertar mensajes de advertencia en los billetes de sus vuelos de largo recorrido. Aún así, no aceptan la responsabilidad y justifican el aviso en la presión de los pasajeros y la opinión pública. La Organización Mundial de Salud tiene en marcha un estudio exhaustivo para determinar las causas y frecuencia de la enfermedad. En un primer análisis la OMS consideró que 'existe una relación probable entre viajar en avión y la aparición de trombos', sobre todo, en en pasajeros con otros factores de riesgo (como la obesidad o los problemas de coagulación) .

En España apenas se han desarrollado estudios sobre el síndrome. Uno de los más destacados fue el dirigido por el jefe de Neumología del hospital Ramón y Cajal, Esteban Pérez-Rodríguez, que estableció que en cinco años 16 pasajeros que habían desembarcado en el aeropuerto madrileño de Barajas habían sufrido el síndrome en su forma más grave (embolia pulmonar). Esta cifra implicaba un un caso grave por cada 600.000 pasajeros de vuelos de más ocho horas. Una incidencia similar arrojaban los estudios realizados en los aeropuertos de Heathrow (Londres) y Charles de Gaulle (París).

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