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La defensa cuestiona la solidez de las pruebas contra el acusado del 'crimen del Acua' en la última jornada del juicio

Los magistrados de la Audiencia de Vitoria ya trabajan para elaborar una sentencia en el denominado crimen del bar Acua, cuya vista oral concluyó ayer con la presencia de los peritos y las conclusiones de los letrados. Su referente para argumentar el fallo serán unas pruebas que centraron un fuerte debate entre las partes personadas y que llevaron al defensor del acusado, el joven de 23 años Guillermo Fernández Bueno, a cuestionar la actuación de policías, investigadores y acusaciones durante el proceso.

El 14 de diciembre de 2000 se descubría a la limpiadora Ana Rosa Aguirrezabal degollada y con signos de violación en el interior de la cafetería vitoriana en la que trabajaba todas las mañanas. Los miembros de la policía científica descubrieron restos de huellas de calzado y digitales en distintos puntos del local, que posteriormente identificaron como pertenecientes al ahora encausado. En la detención de este joven cántabro, que ya ha sido procesado por otra agresión sexual cometida un mes antes, se le intervino una cazadora que presentaba rastros de sangre del propio inculpado y de la víctima del crimen.

Para las acusaciones, estos datos sumados a los testimonios de varios testigos, que identificaron a un hombre corpulento y con coleta en las proximidades del bar Acua en la mañana del crimen, son suficientes para formular una petición de 30 años de prisión por sendos delitos de agresión sexual y asesinato. El defensor, por su parte, señaló que la policía se sirvió de la 'técnica del quebrantamiento del alma' -según su explicación, sistema que hace desmoronarse al detenido tras mantenerlo aislado- para inducir una autoinculpación. Indicó que las declaraciones de los testigos habían sido manipuladas también por los investigadores y que se ha aplicado la 'técnica del calzador' para imputarle el delito. En esta línea, apuntó la falta de pruebas convincentes, como la inexistencia de semen del detenido y de huellas dactilares en las armas blancas que utilizó el asesino, un cuchillo y una espátula.

Los psiquiatras destacaron que en el momento de los hechos el procesado no padecía dependencia de la cocaína y que se trata de una persona 'potencialmente muy peligrosa' con rasgos psicopáticos y sádico-agresivos.

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