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Un islamista moderado en busca del modelo democristiano

Buen creyente musulmán, se considera un político conservador en un Estado laico

Juan Carlos Sanz

Es un buen creyente musulmán y no bebe. Pero al contrario que el presidente iraní, Mohamed Jatamí, no le molesta que los embajadores de la Unión Europea en Ankara se sienten a su mesa con una copa de vino.

Su mujer, Emine, no se quita nunca el pañuelo de la cabeza, mientras que todas las candidatas del Partido de la Justicia y el Desarrollo van peinadas a lo Tansu Çiller (ex primera ministra).

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Se considera ante todo un político conservador, como los democristianos alemanes, en un Estado laico, según relató hace pocos días a este periódico. La biografía oficial de Recep Tayyip Erdogan distribuida por el Partido de la Justicia y el Desarrollo dice que nació en Estambul en 1954, pero en realidad vino al mundo en Rize, en la costa del mar Negro. Es cierto, sin embargo, que se crió en las calles de la antigua Constantinopla, donde fue un emprendedor adolescente que vendía simit: roscas con sésamo.

Pasó por la Universidad de Mármara para cursar Ciencias Empresariales antes de entrar a trabajar en la empresa municipal de transportes de Estambul. Curiosamente, su partido pasa por alto sus estudios secundarios en un imam hatip, una especie de seminario coránico donde suelen estudiar los chicos listos sin dinero.

No está claro cómo llegó a meterse en política. Sus correligionarios dicen que a los 15 años ya era un líder juvenil. Al parecer, conoció más tarde en la Universidad al entonces profesor Necmettin Erbakan, que en 1996 llegaría a ser el primer jefe de Gobierno islamista de la Turquía moderna. Erdogan alcanzó proyección pública en Turquía en las filas del islamismo político en 1994, al ganar en las urnas por un estrecho margen la alcaldía de Estambul frente al candidato socialdemócrata, el músico Zulfu Livaneli.

Tras llegar al poder en la mayor ciudad del Mediterráneo, se creó fama de buen gestor por su actitud de intocable ante la corrupción. Representaba entonces a la joven generación islamista, el ala liberal del Partido de la Prosperidad, dirigido por beatos septuagenarios.

El acoso y derribo organizado por el aparato laico del Estado contra el Gobierno de Erbakan, que dimitió ante las presiones del Ejército, golpeó de lleno también a Erdogan. Fue expulsado de la principal alcaldía turca y encarcelado durante cuatro meses, en 1998, bajo la acusación de 'incitar al odio religioso por leer un poema islámico'. Desde entonces se halla inhabilitado para todo cargo público.

Hace apenas 15 meses rompió con la vieja guardia de Erbakan, después de que el partidos islamista volviera a ser disuelto, y fundó AK (limpio): el partido que controla ahora casi dos terceras partes del Parlamento turco. Sabe que el poder laico vigila sus pasos y mide hasta la más insignificante declaración. Dentro de dos semanas está convocado por la fiscalía para que deje la presidencia de su organización. De momento, para evitar controversias con jueces y militares, ya ha anunciado que su esposa, con quien ha tenido cuatro hijos, no asistirá a actos oficiales en Turquía, donde ignorar la vestimenta laica está aún prohibido.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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