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Reportaje:

La verdad del 'efecto Urdangarín'

El descenso en el número de licencias hace saltar las alarmas en las federaciones de balonmano

El descenso de la natalidad es uno de los causantes, pero sólo uno. Hay otros más. En los últimos años, demasiados elementos se han confabulado contra los deportes no de masas, con el balonmano como abanderado. Las señales de alarma ya se han extendido entre los dirigentes. Lo peor es que, salvo excepciones, el balonmano se siente indefenso para encontrar soluciones viables. El problema es tan fácil de comprobar como difícil de atajar: no hay vocaciones, faltan jugadores y, por tanto, equipos. En definitiva, se buscan balonmanistas.

Se habló hace unos años del efecto Urdangarín. En plena efervescencia de popularidad del ex jugador del Barcelona, cuando su nombre trascendió el ámbito deportivo por su noviazgo y boda con la Infanta Cristina, el balonmano dispuso de una oportunidad para enganchar a las generaciones más jóvenes. Y la desaprovechó. Quienes lo viven de cerca, así lo creen.

Vizcaya ha perdido el 40% de clubes en una década; Álava, la mitad de jugadores en siete años

Es cierto que la selección y los grandes clubes españoles siguen triunfando. El Portland San Antonio, campeón continental en 2001, es un ejemplo. Sin embargo, los cimientos empiezan a resentirse. Muchas federaciones han perdido en pocos años un buen número de licencias, especialmente en las categorías inferiores, y empiezan a alarmarse.

Donde más se acusa es en las provincias pequeñas, como Álava. Allí, el balonmano se ha cultivado en un reducido grupo de colegios y clubes, pero que tradicionalmente ha dado buenos frutos. De allí salió el propio Urdangarín, del colegio Marianistas. Ahora su último producto se llama Iker Romero, jugador del Ciudad Real, surgido del equipo vecino y rival, Corazonistas. Es la nueva promesa de la selección. Pero en la federación alavesa no ocultan su preocupación. 'Iker es un caso aislado. Pueden pasar otros 20 años sin que salga otro como él', se lamenta Francisco Javier Ferrán, presidente de la federación.

En este momento, el problema de esa federación y de otras muchas es la falta de niños y, por tanto, de equipos. 'Podemos vernos en un auténtico peligro en tres o cuatro años', avisa. De momento, ya hay que gestionar la escasez. La federación cuenta ahora con 500 licencias. 'Hace unos siete años había el doble', asegura Ferrán.

En los últimos tiempos, se ha buscado una salida gruesa: unir en una misma liga a los equipos de distintas edades, para agruparlos. 'Es la única manera de que no jueguen unos contra otros 16 veces al año. No nos da para hacer una competición digna', admite. También hay casos en que chicos de una categoría inferior juegan frente a chicas de una edad superior.

En Vizcaya, la federación territorial ha tenido a su cargo 101 equipos la última temporada. Hace diez años eran 171. Ha perdido un 40% de clubes en una década.

Guipúzcoa es el territorio con mayor tradición y peso, uno de los feudos del balonmano español. Dado el volumen de aficionados, no puede hablarse aún de una situación crítica. En la última campaña, 6.618 personas tenían una ficha abierta, pero también aquí pueden observarse casos preocupantes. En sólo siete años, el número de fichas infantiles ha bajado un 22% (de 1.731 a 1.339), con especial incidencia en las licencias femeninas. Y, pese a todo, las selecciones vascas fueron las grandes vencedoras en el Campeonato de España juvenil y cadete de la última temporada.

Francis Ávila, seleccionador nacional juvenil masculino, ratifica la sensación de que el balonmano ha perdido practicantes: 'El descenso es evidente, aunque no lo podría afirmar taxativamente sin datos'. Según el Consejo Superior de Deportes, el balonmano es, con 85.351 licencias, el octavo deporte en número de practicantes en España, detrás del fútbol, caza, baloncesto, golf, judo, pesca y tenis, en ese orden.

'La sociedad ha cambiado y nosotros tenemos que adaptarnos, ofrecerles otro producto, con un buen envoltorio', analiza el seleccionador juvenil. 'Hemos perdido el acceso directo a los colegios y ahora estamos exclusivamente en manos de los clubes. Ése puede ser un problema a largo plazo. Los antiguos planteamientos, como cuanta más cantidad en la base más calidad en la élite, ya se han terminado. Ahora hay que hacer un seguimiento a los jugadores desde mucho antes'. Del éxito en ese tipo de operaciones depende el futuro del equipo nacional de César Argilés.

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