42,195 kilómetros casi a ciegas
Marla Runyan afronta el reto del maratón en Nueva York tras ser olímpica en Sidney
El maratón es uno de los grandes retos físicos y psicológicos. Mañana se disputa en Nueva York una de las citas más prestigiosas. Tras la especial edición de 2001, con el 11 de septiembre aún candente, la actual quiere ser una fiesta de la paz y quizá también de alegría si la ciudad es elegida hoy, en lugar de San Francisco, por el comité olímpico nacional, como candidata estadounidense a los Juegos Olímpicos de 2012. Nueva York es una de las cumbres de los maratones. No porque allí se hayan conseguido las mejores marcas de la historia, sino por ser la cuna de la masificación de una carrera legendaria. Es el paraíso de los populares, de las cifras en miles. La carrera neoyorquina fue la que realmente abrió internacionalmente la popularidad de un esfuerzo considerado antaño sólo al alcance de unos locos. Y el reto continúa.
El etíope Jifa Tesfaye y la keniana Margaret Okayo tratarán mañana de repetir sus triunfos del año pasado. Otros atletas africanos y la irlandesa Sonia Sullivan serán las alternativas en ausencia de muchos grandes de la prueba, como los plusmarquistas mundiales, el estadounidense de origen marroquí Jalid Januchi o la británica Paula Radcliffe. Ambos prefirieron correr en el trazado más suave de Chicago el 13 de octubre y ella aprovechó para batir el récord en su segunda carrera. Esta vez sin embargo, aunque estuvieran todos, la victoria será más que nunca de una persona. La atracción se centrará en Marla Runyan, la primera atleta casi ciega de élite, que estará en la salida del puente Verrazano. La corredora de Eugene (Oregón) rompió moldes al ser ya la primera olímpica en los 1.500 metros de los Juegos de Sidney 2000, donde fue octava en la final, y ha decidido lanzarse a la gran aventura del maratón. Dos veces campeona nacional de 5.000 metros, también ha ganado en esta distancia y en los 10.000 en ruta como preparación para dar el gran salto. A sus 33 años no quería retirarse sin probar el gran bocado de los fondistas. Tampoco le quedaba mucho tiempo y oportunidades.
Runyan padece desde los nueve años la enfermedad de Stargardt, patología ocular hereditaria e incurable que produce una pérdida visual muy cercana a la ceguera. De hecho, Marla ve 20 veces menos de lo normal en el ojo derecho y 30 en el izquierdo. Y los pronósticos médicos es que con los años empeorará. Por eso quiere afrontar el reto antes de que sea aún más difícil. Su percepción de los objetos apenas alcanza los cinco metros y en las carreras de pista el recorrido no le plantea tantos problemas al tratarse de vueltas o rectas iguales. Sólo ha debido tener cuidado en los choques con otras atletas y nunca ha tenido problemas, tan habituales por los tropezones, zancadillas o empujones típicos en los grupos. Pero en los 42,195 kilómetros del maratón, 26,2 millas, todo es diferente. El esfuerzo y el entorno.
Marla, a la que entrena su marido, Matt Lonergan, dirigiéndola con la voz, podrá llevar junto a ella un ciclista como ayuda, según ha confirmado el director de la carrera, Allan Steinfeld. Aficionados o miembros de las organizaciones en bicicleta son ya habituales en los maratones, pero en este caso será para una función muy particular. El acompañante le dirá los tiempos de paso por las distancias significativas, cada milla, a fin de que lleve el ritmo adecuado, pues no puede ver los cronómetros. Y la podrá orientar en los cambios de trazado si no logra seguir la línea de color marcada en el suelo, señal usual en los maratones. Y le facilitará las bebidas y las esponjas para reponer fuerzas y refrescarse, al no poder atinar a cogerlas en las mesas de avituallamiento.
La atleta, con marcas de gran nivel sobre los 4 minutos en 1.500, 8m 40s en 3.000 y 15m 5s en 5.000, aspira a hacer 2horas 28m en su debut, si las condiciones meteorológicas son buenas y las fuerzas le responden. Radcliffe, en el recorrido mucho más fácil de Chicago, puso el récord en 2h 17m 18s. El de Marla, maestra de discapacitados y de sí misma, siempre será peor, pero mucho más profundo.
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