La vida entendida como ensayo general
De siempre, la acción humana ha constituido un misterio para sus mismos protagonistas. Más allá del obvio transcurrir de los acontecimientos, de la monótona y previsible toma de decisiones (que no pasa a menudo de ser otra cosa que la asunción del propio destino, de aquello que ya nos viene dado y a lo que no nos queda más remedio que acomodarnos con decoro), en contadas y excepcionales ocasiones la cadencia sin brillo del obrar se interrumpe y al agente se le muestra, con el fogonazo de la evidencia, con el carácter casi luminoso de la revelación, el vacío de su existencia, la irremediable oquedad de su devenir vital.
A tales momentos u ocasiones bien pudiéramos denominarlos experiencias, entendiendo por tales esos viajes hasta el límite de lo posible para el hombre a los que hiciera referencia Bataille en su libro La experiencia interior. Hay, en efecto, experiencias -sucesos extraordinarios, relaciones personales de una desmesurada intensidad, situaciones revolucionarias...- cuya principal virtud consiste en interrumpir el orden preexistente, en impugnar, con desvergonzada gratuidad, con la alegre ligereza del sinsentido, el heredado designio del mundo en lo que atañe a su estructura básica, fundacional, ontológica. Son experiencias tan rotundas como inequívocas, tan contundentes como ineludibles. Por expresarlo de nuevo con las categorías de Bataille: las experiencias que tienen existencia positiva llegan a ser ellas mismas el valor y la autoridad.
EL OFICIO DE SER LIBRE
Peter Bieri Traducción de Ingrid Vendrell Ferrán. Ariel. Barcelona, 2002 287 páginas. 18 euros
LA ACCIÓN Y LA POLÍTICA: PERSPECTIVAS FILOSÓFICAS
Francisco Naishtat (compilador) Gedisa. Barcelona, 2002 253 páginas. 16,90 euros
Si esta manera de abordar
la cuestión de la acción se contrapone frontalmente a la mayor parte de las concepciones dominantes es en lo fundamental porque se esfuerza en plantear el asunto sin recurrir al expediente más habitual en la historia del pensamiento, el expediente de la teleología. Se conoce el elogio entusiasta que, cambiando de autoridad, Negri le dedicaba a Spinoza por ser 'el fundador de una concepción absolutamente original de una praxis sin teleología', y en este elogio antiutópico también podríamos incluir, sin esfuerzo alguno, a la mismísima Hannah Arendt (en especial por algunos fragmentos de La condición humana). Pues bien, lo que vale para la sociedad o para la historia vale también -tal vez incluso con mayor motivo- para los individuos y para sus vidas. Para quien ha pasado por una determinada calidad de experiencias no le cabe la más mínima duda de que, de entre todo cuanto le puede ocurrir al ser humano, nada posee mayor entidad ni importancia que aquello cuyo sentido no depende del futuro, sino que, por el contrario, se agota en su puro acontecer, colma con su mero ser la más ambiciosa de las expectativas, sin aplazamientos ni demoras.
Los dos libros que estamos comentando, aunque muy distintos en la forma de presentar y desarrollar el problema de la acción humana, se inscriben de lleno en este marco de discusión. El de Peter Bieri, profesor de la Universidad Libre de Berlín, se centra en aquello que viene anunciado desde el mismo título. El oficio de ser libre -obra que no por casualidad ha vendido en Alemania un espectacular número de ejemplares- nombra como tarea uno de los problemas más antiguos de la reflexión filosófica, a saber, el problema de la libertad de la voluntad. Animado por un inquebrantable talante crítico ('en filosofía no basta con tener razón; uno tiene además que entender dónde está el error', afirma en más de una ocasión) y con un estilo claro, que rehúye de forma deliberada tanto la jerga especializada como las eruditas locuciones grecolatinas, el autor analiza en toda su complejidad el entramado de preguntas y dificultades que subyace, constituyéndolo, a dicho problema.
Por su parte, el volumen La acción política: perspectivas filosóficas, compilado por el profesor de la Universidad de Buenos Aires Francisco Naishtat, reúne un conjunto de trabajos que en cierto sentido comienzan allí donde el libro de Bieri termina. Como señala con acierto el compilador, la filosofía política ha sido desde sus orígenes manifiestamente co-originaria y contigua con la filosofía de la acción, por más que en los últimos tiempos el estrecho vínculo haya tendido a debilitarse. Frente a la propensión, tan potenciada por un cierto funcionalismo, a considerar el discurso de la cosa pública como un discurso técnico, cuasi puramente formal, los colaboradores de este volumen apuestan de manera decidida por una política que no se sustraiga a la acción y a la creatividad humanas, una política que se haga cargo de las aporías mayores del obrar humano. Una política, en fin, que no permanezca indiferente ante problemas como el de la responsabilidad, el bien común, la justicia o la racionalidad de nuestras acciones.
Estamos, por tanto, ante
dos libros tan diferentes como complementarios. En su diferencia, ambos comparten el propósito de iluminar ese ámbito profunda y secretamente problemático que es la acción. En el bienentendido de que dicho propósito en modo alguno debe entenderse como una aspiración a resolver -y menos de manera concluyente- nada. Nunca debiera tratarse en filosofía de encontrar los argumentos que nos ratifiquen en nuestro propio ser y en la pertinencia de nuestro obrar, sino más bien de lo contrario, esto es, de dar con aquellas razones que abran el camino a la perplejidad fecunda, al estupor nutriente del pensar. Esto mismo se puede formular, ciertamente, de manera menos oscura; con un poco más de gracia, en definitiva. Así lo hacía el escritor argentino Alejandro Dolina -tipo brillante hasta el límite de la insolencia- al referirse en una de sus obras (El libro del fantasma) a la inútil aparición de Jesucristo ante el rey Enrique durante el cerco de Lisboa y al reproche que éste, contrariado, le dedicó: 'Mejor hazte visible, Señor, ante los sarracenos, que no creen en ti'.
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