Perplejidad
El artículo publicado por su diario el día 29 de octubre con el título Obuses contra las relaciones hispano-alemanas, y firmado por Hermann Tertsch, me ha causado una profunda perplejidad. Dicho artículo afirma en relación a mi persona (cito textualmente): '... después de un periodo en el que la Embajada alemana, al menos su máximo representante, ha funcionado como oficina electoral de quienes parecía que iban a ganar el 23 de septiembre, pero -¡qué le vamos a hacer!- no ganaron y con una abierta deslealtad al Gobierno alemán al que representaba. El espectáculo dado por el embajador alemán cesado, Joachim Bitterlich, al anunciar su destitución en la recepción de la fiesta nacional el 3 de octubre ya fue chocante'.
Es cierto que comuniqué mi paso a retiro provisional a los invitados a la recepción con motivo de la fiesta nacional alemana, lo que, dada la situación, era absolutamente normal. Me resulta del todo incomprensible ver en ello un espectáculo chocante. Ninguno de los invitados, entre ellos muchos compañeros de profesión del señor Tertsch, así lo entendió, sino, por el contrario, como algo totalmente oportuno en esas circunstancias.
La afirmación de que la Embajada alemana, o al menos yo mismo, hayamos funcionado como una oficina electoral de la oposición alemana es sencillamente inaudita -no se corresponde en absoluto con los hechos-. He de considerarla una tosca e infame calumnia.
Es sabido, y lo ha sido desde el principio, que he sido y sigo siendo miembro del CDU (Partido Cristianodemócrata) y que durante muchos años fui colaborador del ex canciller federal alemán Helmut Kohl.
Ello no obsta para que en los pasados cuatro años, tanto en Bruselas como en Madrid, haya representado siempre con lealtad la política del Gobierno federal dirigido por el canciller Gerhard Schröder. Mi conciencia de funcionario público alemán y la ética profesional de mis colaboradores así nos lo dictan.
Desconozco si para el señor Tertsch es comprensible esta diferenciación entre el compromiso político del ciudadano y el deber del funcionario público, que en mi país es lo habitual y que forma parte de las características de nuestra democracia.
Soy consciente de que la polémica forma parte de las armas periodísticas; sin embargo, llega a su límite con afirmaciones incorrectas, ofensivas e injuriosas.
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