El principio de irrealidad
En la manifestación convocada por ¡Basta ya! hace 10 días no había nadie. ¿Cómo iba a haber alguien si, en realidad, no hubo manifestación? Pero, de haberla habido, no habrían asistido más que cuatro paniaguados atraídos por la perspectiva de un viaje en autobús, un bocata de mortadela y la fascinante experiencia de agitar unos trapillos por las atractivas calles donostiarras.
Bueno, también se habría dado la oportunidad de poner verdes al lehendakari y al PNV y, claro, eso mueve a gentes incluso de Poladura de la Tercia, incapaces de contenerse ante un 'lehendakari dimisión'. ¿Cien mil personas? ¡Pero si no caben en el recorrido! En fin, mejor no darle vueltas a algo que nunca ocurrió. Como el refrendo de la patronal Adegi al documento de Confebask que tantas iras nacionalistas atrajo. Era bueno sembrar cizaña cuando los empresarios se negaron a secundar un plan que, al parecer, hubiera tenido que dejarles patidifusos y babeando, pero más valía no meneallo cuando los hechos se volvieron a torcer.
¿Y lo de Europa? Resulta que si, por poner un ejemplo, Europa dijera que el laborioso parto del lehendakari no tiene encaje en la Unión Europea, siempre habría algún listillo de eurodiputado para decir no sólo que no se les ha entendido sino que los comisarios españoles, pero también Fischer, han tergiversado sus palabras.
El hipotético eurodiputado llegaría incluso a pedir amparo a la Constitución española, cuna en la que lo de Ibarretxe encajaría como de molde, y eso pese a que se pasan por la bisectriz la Constitución española y todas las leyes de España, ya que son los primeros en negar aquélla y no aceptar de éstas más que aquello que les conviene. Pero estamos hablando de algo que no ha pasado. A Europa ya le llegará el turno de caer rendida a las visiones del lehendakari, pues ha prometido que les explicará el plan, como también se lo explicará al mundo y, por qué no, al universo, puesto que a lo mejor hay vascos de la diáspora en otro planeta.
De momento, lo único que de verdad ha sucedido es el encuentro entre Ibarretxe y el PNV. Arzalluz se alegró de que el lehendakari le preguntara qué opinaba -'Me alegro de que me haga esa pregunta'- para poder así explayarse en su propio plan, que consiste en ir todavía más lejos que Puerto Rico. ¡Y a precio de chárter! Es como el chaval de Bienvenido mister Marshall que, puestos a pedir, pide una bici pero vuelve a la mesa petitoria para insistir en que la quiere con timbre. Porque menudo timbrazo nos ha metido el Sheriff. En el caso también hipotético, pero, ojo, altamente improbable, de que la propuesta de Ibarretxe no alcanzara la mayoría absoluta en el Parlamento vasco, siempre quedaría la posibilidad de pedirle la opinión al Pueblo, entendiendo por tal el que comulga con ruedas de molino y del que se excluyen por definición los empresarios mentirosos y los partidos y sindicatos tan insignificantes que no representan más que a la mitad de la población. Por no mencionar la masa de desgarramantas que cree haberse manifestado por las calles donostiarras una tarde de octubre.
Lo ha expuesto Egibar con la contundencia intelectual que le caracteriza: 'A estas alturas el nacionalismo no está para matices'. Hablaba de su disputa con EA acerca del candidato Sudupe, pero tal como lo dijo podría tomarse como una ley universal. Los matices que mencionaba podrían ser Batasuna, con la que le gustaría partir un piñón, o las malas gentes que no son siquiera malos vascos y a los que más les valdría aceptar los planes nacionalistas por las buenas. Ya que una cosa es cierta, a estas alturas el nacionalismo no está para matices, empezando por un matiz llamado principio de realidad. Si la realidad les enseña que las cosas no son como desean, lejos de rectificar, emprenden una huida hacia adelante que les permite no dar por válida la fase que le salió rana y así hasta ese hipotético referéndum que ya han manipulado, pues la eventualidad de un posible rechazo la tienen cubierta con la certeza de que no se podrá convocar. Pero si, a pesar de ello, lo promueven es para poder decir que, ya lo habían avisado, España (Europa, la ONU) estaría negándole la voz a Euskal Herria. ¡Y vuelta a empezar!
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