España-Marruecos, un año perdido
Mohamed VI miró complacido cómo su ministro de Pesca, Said Chabaatu, firmaba, el martes pasado, con su homólogo ruso, Yevgeny Nazdratenko, un acuerdo marco que permitirá a pesqueros rusos faenar en aguas marroquíes. Concluida la ceremonia en el Kremlin, Chabaatu se apresuraba a resaltar ante la prensa que el convenio preservaba los recursos haliéuticos del reino.
Por mucho que se esfuercen los marroquíes en estrechar lazos con Rusia o con los países del golfo Pérsico -después de Moscú, el monarca visitará Kuwait-, la relación con España, y más aún con la Unión Europea, es insustituible aunque desde hace 19 meses sus socios del norte se hayan distanciado.
'Nadie puede pensar que (...) esto no produzca consecuencias sobre la relación entre Marruecos y España, entre Marruecos y la Unión Europea'. Estas palabras, pronunciadas por el presidente José María Aznar ante los micrófonos de Onda Cero, desencadenaron la crisis entre Madrid y Rabat. Era el 25 de abril, y ese día los ministros de Agricultura de los Quince daban por fracasada la negociación pesquera con Rabat.
Para editorialistas y cancillerías hay un gran paralelismo entre Gibraltar y Ceuta y Melilla, por mucho que el Gobierno insista en que nunca fueron colonias
Un acuerdo marco concluido el martes en Moscú, en presencia de Mohamed VI, permitirá a los pesqueros rusos faenar de nuevo en aguas de Marruecos
Cinco meses más tarde, el monarca alauí agravó el conflicto. Llamó a consultas a su embajador en Madrid, Abdesalam Baraka. Hace ahora casi un año, el 27 de octubre, Baraka entregó en el Ministerio de Asuntos Exteriores una nota verbal anunciando la decisión, pero sin aclararla. Esa carencia de explicaciones dejó atónitos a los diplomáticos españoles.
Después, en la Cámara de Representantes (Parlamento), los jefes de la diplomacia marroquí, Mohamed Benaissa y Taieb Fassi-Fihri, se quejaron amargamente de la actitud de España con relación al Sáhara, de la falta de respeto de la prensa española hacia su institución monárquica, de la 'colonización' de Ceuta y Melilla, etcétera.
Ceuta y Melilla
¿Que ha sacado Marruecos al tensar la cuerda desde hace un año? Poner sobre el tapete su reivindicación sobre Ceuta, Melilla y los peñones. España desalojó por la fuerza, en julio, a los marroquíes del islote de Perejil mientras negociaba con el Reino Unido compartir la soberanía sobre Gibraltar.
'(...) no pensó [España] que este tema podía plantear dudas sobre sus propias e igualmente anacrónicas posesiones en el norte de África', escribía el diario Financial Times. Para editorialistas y cancillerías extranjeras hay un gran paralelismo entre Gibraltar y las ciudades autónomas, por mucho que el Gobierno español insista en que Ceuta y Melilla nunca han sido colonias.
Éste es el único tanto diplomático marcado por Rabat. El llamamiento de la Liga Árabe a España pidiéndole que retirase a sus fuerzas del islote pudo hacerle creer que podía contar con su firme solidaridad, pero en septiembre los árabes votaron masivamente a favor de la candidatura española al Consejo de Seguridad de la ONU.
Peor aún desde un punto de vista diplomático, la UE ha moderado su entusiasmo promarroquí desde que la presidencia danesa se alineó con España, cuando estalló Perejil. Ofendido porque el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, no tenía un hueco en su agenda para recibirle, Benaissa canceló su viaje a Bruselas, a finales de septiembre, no sin antes acusar a España de ejercer presiones negativas.
Dos meses antes, los negociadores comunitarios y marroquíes se habían separado tras constatar su desacuerdo para renovar el capítulo agrícola del acuerdo de asociación de Rabat con la UE. Aquí, de nuevo, la diplomacia marroquí atribuyó bajo cuerda a España las 'desmesuradas exigencias' de Bruselas para incrementar las exportaciones europeas a Marruecos de cereales, leche y carne.
En el Ministerio de Exteriores español se rechazan estos reproches, y también se niega que el acercamiento con Argelia obedezca al deseo de fastidiar a Marruecos. 'Desde hace 11 años se planeaba firmar un tratado de amistad y cooperación con Argel' como el suscrito la semana pasada por Aznar y el presidente Abdelaziz Buteflika, asegura un diplomático. Lo que no estaba previsto es el inusitado boato con el que fue recibido Buteflika cuando, en marzo, viajó a Valencia para rubricar el acuerdo de asociación con la UE.
Más allá de los aspectos diplomáticos, lo verdaderamente preocupante para un país como Marruecos, en el que el 41% de los censados está en paro, según el Ministerio del Interior, son las consecuencias económicas de la tirantez con España. Por su culpa, la ansiada inversión extranjera llega con cuentagotas.
El año pasado, la inversión española cayó un 77,3% con relación a 2000, que ya fue decepcionante. Tan sólo el 0,02% (6,58 millones de euros) de los flujos de capital que salieron de España fueron destinados a Marruecos. Aunque todavía no se dispone de cifras definitivas, el turismo español disminuyó también un 60% el verano pasado, según estimaciones de las agencias de viajes. Después de los franceses, los españoles son los más numerosos en visitar Marruecos, y el turismo es allí la segunda fuente de ingresos en divisas, después de las remesas de los emigrantes.
El orgullo árabe ha llevado además a los marroquíes a perder buena parte de la cooperación española, aquella de Estado a Estado. Para no tener que firmar protocolos de intención, que permiten la puesta en marcha de nuevos proyectos, los ministros marroquíes han renunciado a ayudas en materia de saneamiento urbano y de regadío. El año pasado, la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo (AECI) no desembolsó el 12,4% de los 13,2 millones que tenía asignados a Marruecos.
Convenio de empleo
Por las mismas razones, Rabat tampoco ha aceptado que arrancasen los trabajos de la comisión encargada de aplicar el convenio de empleo suscrito en julio de 2001 por los ministros Abbas el Fassi y Mariano Rajoy.
El titular marroquí de empleo echó entonces las campanas al vuelo pronosticando que hasta 20.000 compatriotas suyos podrían emigrar legalmente a España cada año, pero acabó después reprochando a las autoridades españolas de utilizar a la inmigración para presionar a Marruecos, mientras él se negaba a dar fechas para poner reunir a la citada comisión.
Dentro de unas semanas o, como muy tarde, en 2004, al final de la actual legislatura en España, la relación hispano-marroquí se normalizará. Se habrán perdido muchos meses que, por mucho que se fuerce la máquina, no se podrán recuperar.
Empresarios y turistas, bienvenidos
A los pocos días de que estallase la crisis bilateral, el ministro de Economía marroquí, Fatallah Ualalu, llamó por teléfono e incluso invitó a cenar a su casa a empresarios españoles afincados en su país. Les repitió hasta la saciedad que seguían siendo bienvenidos y no tenían nada que temer. Así actuaron las primeras autoridades del país.
Medi Telecom, la compañía de móviles marroquí participada por Telefónica, ha seguido, por ejemplo, creciendo hasta tener ahora una cuota de mercado del 41% y más de 1,5 millones de usuarios.
'Los problemas surgen más bien con los funcionarios intermedios', cuenta un hombre de negocios español afincado en Casablanca. 'En vez de poner la carpeta con tu asunto en el lugar que le corresponde, la colocan al final del montón porque interpretan que sus jefes no quieren favorecer a las empresas españolas'.
'Si trabajas para una gran empresa española, puedes sortear al burócrata de turno', explica otro industrial español, 'y acceder al gran jefe para resolver tu asunto; pero si representas a una pyme, tendrás que aguantar la arbitrariedad'.
Aunque mucho menos numerosos que en años anteriores, los turistas españoles tampoco han tenido que padecer la crisis bilateral. En la medina de Marraquech o en los senderos del Alto Atlas han sido acogidos con la misma amabilidad. 'A veces nos han hecho una broma sobre Perejil', comenta Firmino, un viajero gallego.
Los consulados de España en Marruecos no han registrado incidentes con los turistas españoles
y sus vehículos, ni siquiera durante los días más tensos de julio, tras
el desalojo del islote por el ejército español.
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