Un nuevo atentado con bomba contra un autocar se cobra tres muertos en Filipinas
La presidenta indonesia firma dos decretos para mejorar la lucha contra el terror
El terrorismo golpeó ayer de nuevo Filipinas, un día después del sangriento atentado en Zamboanga, al sur del país, y que dejó siete muertos y 160 heridos. En el de ayer, al menos tres personas perecieron y otras 20 sufrieron heridas al estallar un artefacto casero en un autobús de línea que partía de la ciudad de Quezón con 60 ocupantes. 'El autocar resultó muy dañado; tememos que haya más víctimas', dijo el jefe de la policía, coronel Dionisio Borromeo. Es el cuarto atentado en el archipiélago en 15 días. Las autoridades son cautas antes de señalar a los responsables.
La explosión en el autocar de la empresa Golden Highway Transit, con capacidad para 60 pasajeros, 'no fue muy fuerte', según los testigos, pero el impacto psicológico es enorme entre la población filipina. Se extiende la sospecha de que los últimos cuatro atentados pueden ser obra del mismo grupo. Las fuerzas de seguridad, para tranquilizar ánimos y esquivar críticas, anunciaron la identificación de cuatro sospechosos.
La presidenta filipina, Gloria Macapagal Arroyo, que visitó el barrio comercial de Zamboanga, afectado por la explosión del jueves, pidió prudencia a los medios de comunicación, que eviten conjeturas sobre los posibles autores y aguarden al resultado de las investigaciones. 'Responderemos a las preguntas cuando sean detenidos' los culpables, dijo. Tampoco quiso confirmar si el grupo indonesio Yamaa Islamiya u otro filipino estaban detrás del ataque. Una actitud similar adoptó ayer el coronel Borromeo al ser preguntado si algún grupo se había atribuido el ataque contra el autocar.
Aunque las fuerzas de seguridad filipinas están en alerta, no pudieron evitar ayer el estallido de una granada, que no causó heridos, en el barrio de Macaty, el distrito financiero de Manila. En esa misma zona, los artificieros desactivaron otro explosivo y evacuaron un edificio por una amenaza de bomba, que resultó falsa. En la iglesia de Quiapo, en la histórica barriada manileña del mismo nombre, una bolsa abandonada despertó las sospechas de los sacerdotes, que ordenaron abandonar el lugar y llamar a la policía. Se trató de otra falsa alarma, pero que da la medida de la psicosis creada.
Los avisos de bombas han circulado durante todo el día, haciendo temer una repetición del atentado del pasado sábado en la isla indonesia de Bali, que causó la muerte de más de 180 personas y 300 heridos. El principal sospechoso en el caso de Bali, según Estados Unidos y Australia, es el grupo islámico radical indonesio Yemaa Islamiya (Comunidad Islámica), el supuesto brazo de Al Qaeda en el sureste asiático. En Filipinas, el Gobierno no descarta en absoluto esa posibilidad, pero mira más bien hacia los extremistas locales de Abu Sayyaf.
Medidas en Indonesia
La presidenta indonesia, Megawati Sukarnoputri, firmó ayer dos decretos de emergencia para combatir el terror. El primero es un paquete de medidas antiterroristas, según explicó el ministro de Justicia, Yusril Ihza Mahendra. El segundo permite la aplicación retroactiva de estas medidas en el caso del atentado de Bali.
Las investigaciones para esclarecer la autoría de ese acto terrorista en Bali sufrieron ayer un pequeño revés al ser internado en un hospital el ulema Abú Bakar Baashir, al que Estados Unidos, como Australia, acusan de estar detrás del ataque terrorista. Este ulema tenía previsto declarar hoy ante la policía.
Fuentes del hospital Muhammadiya, de la localidad javanesa de Solo, donde reside Baashir, indicaron que el paciente, de 64 años, fue internado con problemas respiratorios y cardiovasculares, y que deberá estar bajo observación dos días.
El médico dijo que 'se encuentra muy débil' y que habrá que esperar al resultado de los análisis para saber la magnitud de sus problemas. Baashir fue hospitalizado después de dar una rueda de prensa en la que expresó su temor a ser detenido.
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