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Tribuna:LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Tribuna
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Cartas finlandesas

Finlandia es un país que ama el progreso y avanza a galope tendido por todas las sendas que a él conducen. Más que progreso, hay ensañamiento por el progreso. Lo característico de Finlandia es el entusiasmo con que se aceptan todas las innovaciones de utilidad práctica, la rapidez y perfección con que todo el mundo se las asimila. El teléfono es aquí tan usual como los trastos de cocina; es una persona más en cualquier conversación. Estas observaciones están escritas por el granadino Ángel Ganivet, miembro de la generación del 98 y cónsul con destino en Helsingfors, en su obra Cartas finlandesas, editada en 1898. Releer sus escritos aportan el aroma escondido de la Andalucía de hace más de cien años, que curiosamente presentan aún connotaciones actuales.

Ganivet reflexiona sobre el amor al progreso del pueblo finlandés y sorprendentemente resuelve que: no es signo de energía espiritual; es todo lo contrario. La opinión irreflexiva ve en la actividad febril de un hombre que se pasa la vida rodando por los trenes, dando órdenes por telégrafo y por teléfono o yendo como una centella en velocípedo, una prueba de robustez extraordinaria; cuando en realidad lo que debe verse en todo eso es un desequilibrio orgánico. He aquí la causa de que los pueblos meridionales sean por temperamento refractarios a las innovaciones mecánicas e incapaces de resistir el ajetreo excesivo de los novísimos medios de locomoción. Y añade, por si cabe aún alguna duda de su opinión: Tan extraordinario derroche de actividad no podría prolongarse mucho tiempo si estuviera alimentado por la inteligencia.

Sus escritos nos muestran el sentir de una buena parte de la burguesía intelectual andaluza de entonces, convencida de nuestra superioridad moral. Superioridad que nos impidió darnos cuenta de la trascendencia que tenía la revolución industrial, y nos hizo apostar por la agricultura y por la cultura rural, mirando con displicencia a los que se enredaban con máquinas de vapor, con telares o centros metalúrgicos. Leyendo a Ganivet se comprende mejor a Ortega y Gasset y su estrafalaria, con la perspectiva actual, Teoría de Andalucía, en la que los andaluces aparecemos henchidos de autocomplacencia y de satisfacción por estar viviendo en la tierra prometida.

De esta cultura beben al parecer los que se carcajean del debate de futuro en torno a la nueva revolución científica, de Internet o de la Sociedad del Conocimiento. Son parte de una cultura retardataria que no sabe apreciar los valores que acompañan al espíritu e iniciativa emprendedora, a la innovación, a la valoración del prestigio y la inteligencia.

Una primera conclusión que obtuve del viaje a Finlandia, es esa apuesta con ensañamiento por el progreso, que capilariza a toda la sociedad y a todos sus organismos e instituciones. En los últimos veinte años se empeñaron en hacer un estado del bienestar generalizado y se volcaron en construir una sociedad del conocimiento, una nueva sociedad, que dejaba atrás el modelo basado en el sector primario que era hasta ese momento el eje de su desarrollo económico. Y lo hicieron con pasión, con planificación, con fuerte presencia del sector público y con un acuerdo general de los ciudadanos y de sus representantes. Y lo han conseguido. Y ahora enseñan al mundo qué se puede hacer en veinte años, con las ideas claras, construyendo un nuevo tejido empresarial, haciendo de la investigación la base cierta de la innovación, apoyando con visión de futuro las nuevas iniciativas con una amplia gama de ofertas capital-riesgo y apostando con osadía por las empresas de tecnología de la información.

Finlandia ha desarrollado un modelo propio, distinto al de Silicon Valley o Singapur, basado en asegurar las políticas de bienestar social desde el sector público y con una estructura productiva en red y fuertemente innovadora. Sus ventajas son evidentes.

El modelo no puede ser copiado sin más, asegurando el éxito, pero sin duda, sí se pueden sacar conclusiones útiles que nos ayuden a romper inercias.

Algunos se burlan de los que quieren aprender en un mundo global, sin comprender que un rasgo de ese mundo es la interdependencia. Patético sería por el contrario si nos empeñamos en conservar lo inútil, de ensimismarnos en los defectos o las carencias, de mirar siempre hacia atrás. Seamos osados. Para serlos, tenemos en primer lugar que contar con el pueblo andaluz, haciendo un gran debate cívico, en el marco de la democracia entendida como participación. Un debate ciudadano que impulse un cambio de mentalidad hacia valores de emprendimiento e innovación.

El objetivo es que se interiorice el momento histórico en el que vivimos, rompiendo la acrítica posición de autocomplacencia, para poder fijar inmediatamente las grandes estrategias, las medidas para desarrollarlas y los plazos para conseguirlas.

Manuel Pezzi es coordinador de la Segunda Modernización

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