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Columna
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Benditos

Cuando ganó las elecciones a la alcaldía de la ciudad, una de las decisiones que tomó el Partido Popular fue nombrar un nuevo gerente en Mercalicante. La empresa gastó poco menos de 5.000 euros en buscar al candidato ideal, que resultó ser Emilio Clavero. Durante los años siguientes, mientras el señor Clavero ejercía la gerencia con aprovechamiento, Luis Díaz Alperi presidió el consejo de administración de la empresa, como le correspondía por ser el alcalde de Alicante.

En ese tiempo, a Díaz le pareció que el consejo resultaba poco operativo y decidió crear una comisión ejecutiva que él mismo presidía, junto con dos concejales del Partido Popular y dos directivos de Mercasa. No se permitió a ningún concejal de la oposición formar parte de la misma. Ahora, seis años después, aparece un desfalco en Mercalicante y Díaz Alperi pone cara de asombro, mientras dice a quien quiera escucharle que le han engañado. 'La verdad es que hay un gerente que durante seis años ha engañado a los consejeros. Ha sido más espabilado de lo que parecía', declaró, días pasados, en un pleno municipal.

Si no estoy equivocado, esto quiere decir que cualquier mañana sale Luis Díaz del Ayuntamiento de Alicante, se dirige hacia la Explanada, y aún no ha cruzado Altamira cuando ya le han robado la cartera sin que lo advierta. O sea, los alicantinos tenemos un alcalde que es un bendito. Como deben ser unos benditos los concejales Juan Zaragoza y Rodríguez Galant, pues también ellos estaban en la ejecutiva de Mercalicante y en el consejo de administración. Pese a esa posición de privilegio, jamás advirtieron nada en los informes del gerente que les hiciera sospechar.

¿A qué se dedicaban estos señores durante las reuniones del comité ejecutivo? ¿De qué hablaban, qué discutían, qué papeles revisaban? Ese es un misterio que a muchos alicantinos les gustaría que su alcalde explicase. Yo mismo siento una gran curiosidad por saber qué hicieron todas esas personas en sus reuniones, a lo largo de seis años. A tenor de los sucesos, debía sobrarles el tiempo. Pero, Díaz Alperi no ve ninguna necesidad de explicar nada porque, según él, todo está muy claro. El señor Clavero les engañó porque era muy hábil y ellos, ¡pobres!, unos consejeros confiados.

¿Llegaremos a saber alguna vez lo que ha sucedido en Mercalicante? A mí me parece difícil. Haría falta un gran empeño de la Justicia -del que no dudo- y un puñado de investigadores contables trabajando minuciosamente sobre los rastros que fue dejando el gerente Clavero para procurar alguna luz sobre el suceso. Sin embargo, no creo que todo ello resultara suficiente: los datos que hicieran aflorar estos expertos podrían aclarar las cuentas de Mercalicante, pero jamás explicarían el factor humano de la historia. Y es el factor humano lo que nos interesa: toda esta trama de relaciones personales, influencias, dispensas y favores que dibujan un clima social muy concreto. Los miles de euros desparecidos de la caja de la empresa tienen su importancia, pero, desde luego, no son el argumento de la obra, como se empeñan en hacernos creer.

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