_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Polacos todos

'Cuando un pueblo no tiene voz', decía Stanislaw Jerzy Lec, 'eso se reconoce hasta en sus himnos'. Así, junto al ofrendar nuevas glorias a España, un ejercicio de distanciamiento y por tanto de salud democrática que los valencianos deberíamos practicar cuando llegan las fiestas nacionales del 9 y del 12 de octubre es mirarnos a nosotros mismos como austrohúngaros. Pero no tanto en el sentido que daba Ernest Lluch a esa expresión, sino en su acepción más berlanguiana y surrealista que debería completarse en la amalgama de 'polacos austrohúngaros' como lo fueron el propio Lec y Mariano Rawitz.

Y es que la medalla que se ha puesto a sí mismo Eduardo Zaplana, con el pretexto del 9 d'Octubre, no es que sea endogámica, si no que casi parece un ejercicio de partenogénesis; ese extraño modo de reproducción de algunos animales y plantas, que hasta la fecha aún no se había dado entre los vertebrados, pero que en esta innovadora ocasión ha alumbrado, en su solo parto, las figuras de José Luis Olivas y de Francisco Camps. Debe ser cosa del poder valenciano, tal vez porque como también decía Lec, 'algunos nunca sueltan el timón porque siempre puede servir para otra barca'. Y si no, para algo se ha inventado el mando a distancia.

Una digresión: Lec era natural de Lwów, la misma ciudad en la que nació unos años después Mariano Rawitz, tipógrafo clave en la renovación de las artes gráficas durante la República y la Guerra Civil, a quien Juan Manuel Bonet dedicó una exposición en el IVAM, acompañada de la edición de su autobiografía. Lwów debe ser una ciudad excelente para reflexionar sobre el nacionalismo y la historia de Europa, pues como cuenta Rawitz, alguien que hubiera nacido en 1908 y no se hubiera movido de allí durante treinta años habría tenido numerosos cambios de nacionalidad, ya que esta capital de una antigua provincia polaca, formaba entonces parte del Imperio Austrohúngaro; en 1915, al poco de estallar la guerra europea, pasa a formar parte del Imperio Ruso, hasta que en 1916 es recuperada por los austriacos; sin embargo, en 1918 los nacionalistas ucranios la proclaman capital de Ucrania, situación que se prolonga unos escasos meses, pues al poco tiempo fue tomada por tropas polacas. Veinte años después, con el pacto germano soviético, la ciudad se convirtió en la capital de la Ucrania Occidental Soviética. En 1941 tras la anexión de Polonia por el III Reich la ciudad sería alemana y en 1945 con el final de la guerra, volvió a ser incorporada a la URSS. Lec muere en Varsovia en 1966 y Rawitz, en Chile, en 1974, por lo que se han ahorrado los cambios posteriores a la acelerada disolución del imperio soviético.

Lec con sus Pensamientos despeinados es un excelente ventilador mental sacudiendo la gomina del poder, frente a la que opone, al modo de Lichtenberg o Mark Twain, el asalto de la risa ante el que nada se sostiene en pie y que nos permite leer con lucidez la actualidad. Desde la oferta de Zaplana a los sindicatos ('no es un callejón sin salida aquel en el que se puede dar marcha atrás'), hasta la actitud de Aznar frente a la investigación de Bernat Soria con las células madre: 'Es un hombre de ideas religiosas progresistas, está de acuerdo con que el hombre desciende del mono, pero de los del Arca de Noé'. Y antes de que Raimon soltara aquello de que 'qui perd els origens, perd identitat', Lec ya había escrito que 'para llegar a la fuente hay que nadar contracorriente'. En fin, hoy todos polacos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_