Disney pierde magia
El presidente, Michael Eisner, presenta un plan de reformas para mejorar los resultados
Michael Eisner, el presidente de Disney,ha revalidado, aunque no sin dificultades, la confianza del consejo de administración, pese a la evolución de la compañía durante los últimos años. La menor afluencia a los parques de atracciones y la caída de la cadena de televisión ABC son dos de los grandes problemas del reino mágico. Disney va a cambiar de rumbo, pero es tan dependiente de la marcha de la economía que llevará tiempo. Hasta 2004, según los analistas, no recuperará la magia perdida.
Eisner es, a sus 60 años, el presidente con más continuidad entre los 30 de las empresas del Dow Jones, y no tiene sucesor en la compañía
El presidente espera que las inversiones comiencen a producir a partir del próximo año rendimientos superiores al 10% anual
Nadie daba un duro por los Angels de Anaheim, pero por primera vez en sus 42 años de historia están en la segunda ronda de la fase final del campeonato de béisbol de Estados Unidos. Un discreto alivio para Michael Eisner, propietario del equipo, sometido a estrecho cerco por accionistas frustrados por malos resultados y cotizaciones en consonancia. Nadie daba un duro en sentido figurado y nadie lo da en sentido real. Los Angels pueden ser la Cenicienta del béisbol, pero Eisner, que los tiene a la venta, no consigue ningún príncipe con el zapato de cristal en forma de millones para dar altura a su baqueteado imperio.
Eisner llegó a Disney hace 18 años para devolver la magia a un desgastado reino centrado entonces en unos pequeños estudios y unos parques de atracciones que daban cuerpo a las ideas del legendario Walt. El brillante ejecutivo de 42 años construyó un emporio ampliando aquella base, con salidas al exterior como la atronadora del EuroDisney parisino, éxitos de taquilla como El rey león y La Bella y la Bestia e incursiones con fuerza en otros campos: deportes, televisión por cable especializada, viajes y, en 1996, la adquisición de la cadena de televisión ABC, una de las tres grandes de Estados Unidos.
Roy Disney, sobrino del fundador, vicepresidente y principal accionista del conglomerado, y Stanley Gold, administrador del resto del patrimonio familiar, fueron los que trajeron a Eisner y ahora se han rebelado contra él, acicateados por un desfondamiento del negocio y una caída del valor de las acciones hasta el entorno de los 15 dólares, cotización no vista desde mediados de la pasada década.
Sin claro heredero
Eisner, que a sus 60 años es el presidente con más continuidad entre los 30 de las empresas del Dow Jones, ha conseguido capear el temporal y ganar un nuevo margen de confianza en una reciente reunión del consejo en la que durante varias horas le estuvieron apretando la clavijas, a pesar de la amistad y dependencia de varios consejeros con respecto al jefe. Salió con bien, entre otras razones porque no tiene heredero claro. También porque la situación no es tan desperada -con un endeudamiento de 13.000 millones de dólares que para si quisieran emporios como Vivendi o AOL Time Warner- como para relevar al capitán del barco en medio de la crisis. Y porque ofreció un plan de reformas con el que espera volver a obtener resultados en el nuevo ejercicio.
La crisis sólo es en parte responsabilidad de Eisner. El 40% del negocio del grupo depende de los diez parques de atracciones de Disney, muy afectados por el enfriamiento de la economía y por los temores a viajar nacidos del 11-S, que han reducido un 10% el número de visitas. Disney ha inaugurado este año una extensión del parque de París -uno de los mayores focos turísticos europeos, con 12 millones de visitantes anuales que Disney espera elevar hasta los 17 millones- y ha abierto con gran éxito otro en Tokio, preludio de futuras inauguraciones en Hong Kong y Shanghai.
'Nuestro reciente comportamiento ha sido inaceptable', confesaba hace unos días Eisner ante un grupo de analistas. 'Los últimos cinco años han sido decepcionantes en términos de beneficios y cotización, y asumo la responsabilidad. Pero también ha sido un periodo de inversión en construir y ampliar nuestras marcas, inversiones que estoy seguro darán resultado en los años venideros'. El pronóstico optimista no ha impedido que Standard & Poor le haya degradado la calidad de la deuda, encareciendo de paso el precio del crédito.
El flanco más débil y visible de un grupo con una facturación anual justo por encima de los 25.000 millones de dólares es la cadena ABC, que hace sólo dos años fue salvada del KO por el programa-concurso ¿Quiere usted ser millonario?, que la coronó como la número uno de Estados Unidos. La caída del programa fue tan meteórica como su ascensión, y con su agotamiento ABC se precipitó de nuevo hasta al tercer lugar del ranking, precedida por NBC y CBS.
Aquellos momentos triunfales de ABC coincidieron con la euforia económica. El estallido de la burbuja, con su reflejo inmediato y directo en la publicidad, volatilizó la jugosa contribución de la cadena a los resultados del emporio, casi la tercera parte del total, y de ahí la caída del 20% en el beneficio operativo de Disney (hasta los 3.200 millones) de este año con respecto al anterior. En estos decepcionantes resultados, Eisner tiene más que ver porque controla de cerca ABC, en la que este año ha relevado a todos sus principales gestores (en una nueva edición de su contrastada capacidad para perder ejecutivos) y ha seguido de cerca la formación de parrilla de la recién estrenada temporada, con resultados desiguales de programas bien recibidos y otros que al cabo de dos semanas han sido eliminados.
Recorte de gastos
Cambiar el rumbo de Disney llevará tiempo. Mientras, Eisner recorta gastos con frenesí. Cientos de millones hasta ahora, a los que unir sinergias como la que establece que los distintos segmentos horarios de ABC sean gestionados junto a los correspondientes de las cadenas de cable y la apertura a colaboraciones con otras cadenas como HBO, ya firmada, o la CNN. Éste es un proyecto viejo que volvió a resucitar el mes pasado y que permitiría a ABC ahorrar unos 100 millones de dólares anuales. Eisner califica de 'muy prematura' la idea, aunque le da un 50% de probabilidades de salir adelante.
A la espera de que las inversiones comiencen a producir en 2003 rendimientos que Eisner pone por encima del 10% anual, el presidente suelta lastre: ha puesto a la venta la cadena de radio de ABC y ha encargado al banco de inversiones Lehman Brothers que busque un comprador para los Angels. Una buena actuación en la fase final de los de Anaheim podría ayudar a vender el equipo. Eisner prefiere la venta, aunque sea parcial, a endulzar con un final feliz deportivo el sapo de conservar la propiedad de un club deficitario.
Visto para sentencia el futuro de Mickey Mouse
Disney es sinónimo de dibujos animados y de cine. Con éxitos recientes como la película Señales, protagonizada por Mel Gibson, y Lilo y Stich, la historia de la niña de Hawai que adopta un perro extraterrestre, el imperio mantiene una tradición y sobre todo una fuente de recursos que complementa el vital aluvión de millones y millones que siguen produciendo al cabo de tantas décadas La Cenicienta, Blancanieves y los siete enanitos, Pinocho, La bella durmiente, Fantasía o Mickey Mouse.
Ahí libra ahora Disney una batalla crucial, con el futuro en juego. El Tribunal Supremo ha visto esta semana una demanda contra la extensión del derecho de copyright ganado por Disney y otros grandes estudios en 1998, cuando el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley promovida por Sonny Bono -más conocido antes de dedicarse a la política como la parte masculina del dúo Sonny and Cher- que extendía por 20 años los 75 de exclusiva de derechos de autor de que gozaban las corporaciones.
Michael Eisner movilizó entonces todos sus recursos y financió los esfuerzos de 18 de los 25 patrocinadores de la ley de Bono ante la perspectiva de empezar a perder derechos sobre las creaciones de Walt Disney, con el ratón Mickey el primero de la lista en pasar al dominio público.
En juego está la explotación de una primera oleada de unas 400.000 obras (libros, películas, personajes y canciones) que, en aplicación de la ley, seguirán estando bajo el control exclusivo de sus actuales propietarios (estudios, discográficas, editoriales y herederos) hasta el año 2019.
En la otra trinchera se hallan grupos de internet, pequeñas editoriales y particulares que claman contra la extensión de unos privilegios que consideran van en detrimento del interés general público.
En la vista del miércoles, varios jueces parecieron simpatizar con la tesis de los demandantes, pero incluso ellos se preguntaron si anular una medida del Congreso de 1998 no supondría también tener que abrogar la anterior extensión de 1976, y así sucesivamente.
La juez Sandra Day O'Connor, que dudó de que el Congreso hubiera acertado en su decisión de 1998, señaló que no veía nada en la Constitución que fuera contra la prolongación de los derechos defendida por Disney y los demás. El Supremo fallará en unos meses.
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