Una violencia desconocida en la tranquila Finlandia
El atentado que el viernes pasado se cobró siete muertos en la capital de Finlandia sucede en un país que, tras la Segunda Guerra Mundial, ha hecho del consenso y de la paz social valores supremos de su forma de vida. Este grado de violencia sacude sus mismas raíces. Con sus escasos cinco millones de habitantes, Finlandia, a pesar de su gran revolución posindustrial sigue siendo el país más homogéneo de toda Europa y con el menor número de inmigrantes. Toda una generación de finlandeses ha crecido sin experimentar el horror de la violencia. El último suceso traumático fue la explosión accidental de una fábrica de municiones que causó 40 muertos en 1970.
En junio de este año, una bomba mató a un hombre en el centro de Helsinki en un ajuste de cuentas entre mafias. El hecho fue unánimemente considerado como aislado y la presencia de grupos mafiosos rusos y estonios es una preocupación de primer orden en el país.
En el plano internacional, la aplastante mayoría de la población dice no a la OTAN, a pesar de que algunos políticos quieren la integración en la organización atlántica.
La paz social tiene su principal referente en la actual presidenta, Tarja Halonen, que pasó de su despacho en la central obrera (SAK) a ministerios de primer rango hasta llegar a la presidencia. Hace unos días en tono informal dijo: '¿Por qué Lula no puede ser presidente de Brasil, si yo lo soy de Finlandia?' El actual Gobierno, encabezado por el socialdemócrata Paavo Lipponen agrupa a una amplia coalición de cinco partidos. Hoy por hoy sólo Los Verdes, opuestos a la construcción de una nueva planta nuclear, y el partido del centro, con profunda tradición agraria, están en la oposición.
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